15 mar 2013

Las biotecnologías aplicadas en el agro. La necesidad de una mirada desde lo social.

Con la llamada Revolución Verde, se introdujeron nuevas variedades de cultivos en los países del Tercer Mundo fundamentalmente a partir de la década de los sesenta, acelerando la pérdida de variedades tradicionales cultivadas en estos países en detrimento de "variedades de alto rendimiento" , ocasionando mayor uniformidad de los cultivos, así como incrementó el riesgo de ocurrencia de enfermedades y plagas. En la producción animal sucedió otro tanto con la consiguiente pérdida de diversidad tanto a nivel de razas como genética.

El desarrollo reciente de la biotecnología ha permitido en algunos productos, obtener resultados en cuanto a incrementos de la producción. Sin embargo las sociedades más pobres no deberían por esto ser muy optimistas en cuanto a solucionar sus problemas de hambre, ya que las grandes transnacionales que trabajan fundamentalmente en el sector farmacéutico, agroquímico y genético, dominan y controlan el mercado y la investigación en materia biotecnológica.

Henk Hobbelink nos mostraba en un interesante libro [1] hace ya más de 25 años la otra cara de la Revolución Verde, que estaba presentada como la solución de los problemas del hambre en el mundo. La historia ha confirmado que en realidad ha servido más para, por un lado, enriquecer a las grandes empresas transnacionales productoras de herbicidas o fertilizantes químicos y han utilizado los nuevos cultivos como una vía rápida para dar salida a stocks de producción y obtener rápidos beneficios, y también, por otro lado, ha empeorado las condiciones de vida de los agricultores modestos de los países donde se introdujo, ya que sólo los agricultores del "agronegocio" pueden permitirse costear los nuevos productos necesarios para incrementar la producción con las nuevas variedades.

La revolución verde y su continuación con la biotecnología (llevada tanto a nivel vegetal como animal) en la medida que sea controlada por grandes corporaciones centradas en el mercado, solo puede producir homogeneidad genética y diferenciación social. Como un espejo de la industria, la especialización y especialmente la uniformidad del material genético los hace más vulnerables a las plagas y enfermedades, por tanto, el uso de pesticidas y productos sanitarios es indispensable, además de ser más fácil la mecanización e industrialización con maquinaria uniforme y al crecer el mercado de estos productos las grandes beneficiadas serán precisamente las empresas transnacionales.

Aquí entramos en un mundo al decir de O´ connor [2] en el que el capital no se limita a apropiarse de la naturaleza para convertirla en mercancías que funcionan como elementos del capital constante y el variable (para utilizar categorías marxistas). Se trata más bien de un mundo en el que el capital rehace a la naturaleza y sus productos biológica y físicamente (y política; ideológicamente) a su propia imagen y semejanza. No se trata ya únicamente de que el capital se apropie de lo que se encuentra en la naturaleza, para descomponerlo y combinar sus elementos en una mercancía, sino más bien de crear algo que antes no existía. O´connor planteaba que era consciente de que no existe una línea divisoria clara entre ambas cosas pero, aun así, existe una diferencia cualitativa que se hace evidente al comparar los extremos. Algo similar podemos ver con lo que esta sucediendo con la nanotecnología.

Ahora bien la biotecnología vino para quedarse, por lo que el tema no es biotecnología si o biotecnología no, las tecnologías y las relaciones sociales son dos caras de una misma moneda, que no deben verse como aisladas unas de otras. Entonces lo central es quien controla el proceso, como se mueve el capital en torno al proceso de generación y uso de los productos de la misma y quienes son los beneficiados y perjudicados en el proceso.

La capacidad que tengan las sociedades de adaptar a sus condiciones y necesidades la biotecnología y no dejar el proceso en manos de "el mercado" determinará  en que medida contribuirá ésta a solucionar sus problemas.


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  HOBBELINK , Henk (ed.). 1987. Más allá de la Revolución Verde. Las nuevas tecnologías genéticas para la agricultura, ¿Desafío o desastre? Barcelona: Lerna / ICDA, colección paz y conflictos. 219 p
  O´CONNOR, , James. ¿Es posible el capitalismo sostenible? Papeles de Población [en línea] 2000, 6 (Abril-Junio) : [fecha de consulta: 19 de marzo de 2013]

13 mar 2013

Desarrollo rural alternativo (1). Una visión Latinoamericana al camino del desarrollo (rural) hasta Río+20



Nos aproximaremos a la discusión en torno al concepto de desarrollo y como ha influido en lo académico y político, para intentar abordar especialmente las implicancias en el agro de nuestra región. Para lo que nos proponemos una trilogía donde abordar primero en este trabajo el marco de la discusión y el concepto de desarrollo desde lo social. Luego en una segunda entrega el llamado desarrollo (rural) sostenible y por último las implicancias en el agro, tanto a nivel nacional (Uruguay) como regional. Pensando en contribuir desde una posición crítica al debate y la construcción de un nuevo paradigma posdesarrollista.

Aquí consideraremos la idea de desarrollo, indagando brevemente en sus orígenes como concepto desde lo social, tratando de mirar críticamente el sustento e implicancias ideológicas que ha conllevado el uso de éste término. Pasaremos por su evolución conceptual y veremos como el desarrollo se encontró como concepto limitado, criticado y sobrepasado. Generando la necesidad de pasar a pensar en algo más complejo, le siguió así una gran cantidad de compañeros: ecodesarrollo, desarrollo sostenible, desarrollo local, desarrollo humano, desarrollo territorial, entre otros. Veremos luego la evolución e implicancias en el caso de Latinoamérica. Finalizaremos con cuales son los límites y desafíos relacionados con estos conceptos, buscando alternativas al desarrollo sostenible patrocinado por empresas y organismos internacionales. 

Orígenes y evolución conceptual del desarrollo desde lo social.

Algunos plantean que fue de la mano del liberalismo que el término desarrollo fue sustituyendo al de progreso que dominaba en los inicios del siglo pasado, hasta convertirse en un molde mental que lo abarcara casi todo. Orden y progreso reza la bandera de Brasil en 1889, inspirada en el positivismo europeo. Este positivismo de la mano de Comte -entre otros- acuñaba la idea de progreso asociada a la de la evolución de la humanidad, proceso que tenía una dirección positiva, de ampliación del conocimiento, mejora progresiva de la humanidad, ya sea constante o en etapas sucesivas. El discurso del progreso empezó a desgastarse a principios del siglo pasado, la diferenciación social era cada vez mayor y había quienes nunca progresaban, los atrasados, entonces apareció con fuerza en el discurso su sucesor, el desarrollo[1]. Pero recién tomará fuerza política a partir de su inseparable contracara, el “subdesarrollo”. La idea de desarrollo tomo más impulso a partir del siglo pasado, asociadas a las ideas de crecimiento, evolución y modernización.

Sin cuestionar abiertamente la idea de progreso planteaba un nuevo rumbo. La utopía para los que no habían “progresado” o sea los “subdesarrollados” es el desarrollo, es allí donde hay que ir. El término desarrollo tenia (y tiene) connotaciones positivas, ¿quién no quiere desarrollarse?, desarrollarse es bueno, desarrollarse es avanzar, crecer. El progreso (del capitalismo) era visto como algo natural, inevitable (aunque éste se vio interrumpido en varias ocasiones), una especie de linealidad, hacia un futuro homogéneo y común a todos, tenía un dejo de universalidad, el desarrollo era bueno en todos lados, y había una forma de llagar a él. El progreso y posteriormente el desarrollo implica en cierta forma una representación globalizante del mundo, un lugar hacia donde hay que llegar a priori, los países subdesarrollados estaban en una etapa previa al desarrollo. Era desde la concepción dominante posible identificar el “nivel de civilización” con el nivel de producción, si bien la noción de desarrollo desde sus inicios incluía además de la económica (como principal) las dimensiones sociales y culturales. Los subdesarrollados (“atrasados”, “sociedades tradicionales”) tenían marcado el rumbo, el desarrollo capitalista (“la modernización”), el problema no era el tipo de sistema social, era que no lo habían desarrollado suficientemente bien. A lo largo de la historia las sociedades más desarrolladas desde el punto de vista de sus fuerzas productivas, fueron la imagen objetivo y mostraban el camino que “debían” recorrer las de menor desarrollo. Por lo que debían realizar o reproducir, las diversas etapas que caracterizaron las transformaciones sociales de los desarrollados (básicamente de Europa occidental y EUA).

Fue luego de la crisis del 1930 y de la segunda guerra mundial con su nuevo orden emergente (incluidos los acuerdos de Bretton Woods de 1944), que tomó fuerza la teoría económica hegemónica del desarrollo y éste fue promovido por los Estados Unidos (“líder del mundo libre”) y los organismos internacionales que se fueron creando. La concepción dominante planteaba que no era necesario un cambio de sistema (capitalista), lo que se necesitaba era desarrollarlo, y para ello el acento debía estar en el crecimiento económico, y esto permearía todo el campo del pensamiento sobre desarrollo. Luego del éxito del Plan Marshall, el llamado “programa del Punto Cuarto” del presidente Truman marcó la cancha, se impulsa un programa para el desarrollo y lucha anticomunista a escala global, que implicaba entre otras cosas “ayudas”[2] para los subdesarrollados (principalmente transferencia tecnológica y financiera). En este marco en 1950 la Organización Europea para la Cooperación Económica (resultado del Plan Marshall y antecesora de la OCDE) publica el "Sistema simplificado de contabilidad nacional", y luego con esa base la ONU en 1953 publica el primer sistema de Cuentas Nacionales con alcance mundial. De esta forma se consolidaba el sistema por el cual se “ponía operativo” el concepto de desarrollo a escala mundial. Los conceptos de desarrollo tecnológico (industrialización) à crecimiento económico à desarrollo económico à desarrollo, son entonces manejados casi como sinónimos o como parte de una secuencia lógica inseparable y unidireccional.

En los 60 se crea el llamado “club de los países ricos”, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que busca coordinar políticas entre los países miembros con el objetivo de maximizar su crecimiento económico y colaborar en su desarrollo. Buscando en cierta forma enfrentar coordinadamente las propuestas de cambio de sistema, que en el tercer mundo avanzaban, la revolución cubana y los movimientos de liberación nacional cuestionaban la linealidad del desarrollo (capitalista) y que este fuera beneficios para todos[3]. Los acuerdos políticos en los países capitalistas centrales (principalmente europeos) en pos del “Estado de Bienestar”, tuvieron un peso importante en la “incorporación” al concepto de desarrollo de las políticas sociales, al rol del estado y la redistribución. En 1961 se crea la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), con un fuerte peso en la política exterior norteamericana. En 1962 las Propuestas de Acción de la Primera Década del Desarrollo de Naciones Unidas (1960-1970) establecieron que el desarrollo es crecimiento más cambio social y cultural tanto como económico, y cualitativo tanto como cuantitativo. El concepto clave debe ser mejorar “la calidad de vida de la gente”. En 1963 se crea el Instituto de Investigaciones de Naciones Unidas para el Desarrollo Social mostrando la preocupación de la época en incorporar aspectos sociales, unos años más tarde (1965) se crea el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a partir entre otros del Programa Ampliado de las Naciones Unidas para la Asistencia Técnica (creado en 1949), nuevamente mostrando también el peso que tuvo la visión técnica y la confianza en la tecnología para solucionar los problemas.

Por los 70 la idea de progreso continuó cayendo, ya no se pensaba en una evolución continua y generalizable, cada vez quedaba más clara la conflictividad entre diferentes grupos sociales. La llamada evolución social generaba diferenciación social con pocos beneficiados y demasiados perjudicados. Se puede crecer económicamente a costa de aumentar la jornada laboral, degradar el ambiente y la calidad de vida, pero también se puede ganar menos y vivir mejor, con menos degradación ambiental, entonces ¿Dónde estaba el progreso? Las crisis sociales chocaban con estas ideas de progreso y desarrollo. También comienzan a tener más presencia en el debate los temas ambientales (smog, lluvia ácida, derrames petroleros, contaminación química), crisis del petróleo, había cosas que físicamente no se podían copiar para “desarrollarse”, se comienza a criticar el nivel de consumo, el gasto energético excesivo, etc. Nacen los movimientos ambientalistas, el ecodesarrollo[4], posteriormente el desarrollo sustentable o sostenible y la agroecología, se incorporaba definitivamente al debate la dimensión de la naturaleza externa a los aspectos sociales (principalmente económicos que implicaban el desarrollo). Los temas ambientales escapaban claramente a la soberanía nacional, algunas industrias podían vulnerar a otros países, surgen las “cuestiones globales”. Thierry Meyssan plantea en “la ecología de guerra” una muy interesante conexión entre los acontecimientos de esa época, marcado por la guerra de Vietnam, el ambientalismo y el petróleo. Coincidentemente (?) suceden tres acontecimientos definitorios. En 1972 la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo, marcó la primera gran conferencia de las Naciones Unidas sobre temas medioambientales internacionales, quien recomendó crear el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Maurice Strong [5]fue designado para ocupar el puesto de secretario general de la conferencia, responsable de los trabajos preparatorios, vinculado a la Fundación Rockefeller encarga a ésta el documento preparatorio de la conferencia, “Una sola Tierra: cuidado y preservación de un pequeño planeta”. Redactado entre otros por René Dubos autor de una máxima popular de los 70 "piensa globalmente, actúa localmente". El segundo suceso fue el informe llamado “Los límites del crecimiento” (1972) que constituyó para muchos el principal mojón en la discusión. El mismo fue encomendado por el Club de Roma (apadrinado entre otros nuevamente por la Fundación Rockefeller) al equipo de Dennis Meadows del Massachussetts Institute of Technologie (MIT). El tercer hecho, fue la “primera crisis del petróleo” de 1973. La opinión pública de los países desarrollados de occidente sufría de esta forma la fragilidad de su propio sistema de desarrollo económico, con la escasez temporal de petróleo. El “arma del petróleo” usada contra EUA sería luego “usada como escusa” por éste con diferentes objetivos desde ese momento. De estos tres hechos con muchos puntos en común se desprendieron dos lecturas, una crítica al “desarrollo” y otra hegemónica que realizaba una crítica moderada dentro del modelo capitalista. Sachs (1996) [6] planteaba que el “reconocimiento” de lo finito que es la Tierra es un golpe fatal a la idea de desarrollo como algo lineal, universal y único, a imagen y semejanza de los países desarrollados al que todos deben llegar. “Si todos los países hubieran seguido exitosamente el ejemplo industrial, se habría necesitado cinco o seis planetas… las «sociedades avanzadas» no son un modelo; más bien es posible verlas, como una aberración en el curso de la historia. La flecha del progreso está rota… ¿Cómo puede seguirse creyendo en el desarrollo, si su sentido de orientación ha desaparecido?”. Del otro lado, dentro de la posición dominante, se fue gestando la necesidad política del desarrollo sostenible. Alguien dijo: si usted está buscando imponer “soluciones” globales usted necesita “problemas” globales y el ambiente es perfecto para eso, los 70 fueron el nacimiento de estas cuestiones globales.

Más allá del debate conceptual de que es desarrollo sustentable o sostenible, quedaba reafirmado para siempre que hay desarrollo insustentable, el desarrollo, así solito, podía ser malo. El término desarrollo quedaba corto era necesario otro calificativo. Las críticas se sumaban, luego de las tesis “del otro desarrollo” y tras “Nuestro futuro común” del llamado informe Brundtland (1987) [7] se fue poniendo de moda el "desarrollo sostenible". Otro cambio importante que fue ganando adeptos fue que por mucho tiempo se había considerado que la pobreza no estaba relacionada a la degradación del medioambiente, que se atribuía al impacto del hombre industrial; los pobres del mundo entraban en la ecuación sólo como los futuros demandantes de un estilo de vida industrial. Pero con la propagación alarmante de la deforestación y la desertificación en todo el mundo, los pobres fueron rápidamente identificados como agentes de destrucción y se convirtieron en objetos de campañas para promover la "conciencia ambiental". Una vez que acusar a la víctima hubo entrado en el consenso profesional, se podía ofrecer la antigua receta para enfrentar al nuevo desastre: ya que se supone que el crecimiento elimina la pobreza, el medio ambiente sólo podía ser protegido mediante una nueva era de crecimiento. La convicción de ser capaz de abolir la pobreza fue -y aun es- la única pretensión importante de la ideología del desarrollo, particularmente después de su elevación como la prioridad oficial Nº 1 (Sachs, W. 1996).

Para fines de los 80 las “ayudas” para el desarrollo desde occidente luego de la caída del muro de Berlín (1989) y los cambios en la Unión Soviética (1991) pierden cierto interés, el comunismo parece ser una amenaza en decadencia al sistema dominante. El “neoliberalismo” que lentamente fue pasando sobre el keynesianismo toma un rol y un lugar en lo económico e ideológico muy importante a nivel mundial, alcanzando una escala planetaria como ninguna otra ideología. Paralelamente al desarrollo sostenible y ligado a las necesidades humanas se fueron gestando otros conceptos, ya en 1974 la Declaración de Cocoyoc puso el acento en que el propósito del desarrollo “no debe ser desarrollar las cosas, sino al hombre” y planteaba la centralidad en satisfacer las necesidades básicas. A mediados de los 70 fue plantado el desarrollo endógeno de la Unesco, pero esta tesis que en cierta forma rechazaba la necesidad de imitar mecánicamente a las sociedades industriales desarrolladas y sin un horizonte claramente definido, fue lentamente perdiendo peso. Otras como el concepto de desarrollo a escala humana[8] y particularmente el de desarrollo humano continuaron creciendo, donde se planteaba que “el objetivo principal del desarrollo es ampliar las opciones de las personas” (Mahbub ul Haq). El desarrollo humano, como enfoque, se ocupa según Amartya Sen de “la idea básica de desarrollo: concretamente, el aumento de la riqueza de la vida humana en lugar de la riqueza de la economía en la que los seres humanos viven, que es sólo una parte de la vida misma”. Para muchos autores este enfoque de desarrollo humano requiere de tres ejes trasversales, equidad, participación y medioambiente. Desde los 90, el (PNUD) publica informes sobreDesarrollo Humano, el cual presenta una visión global sobre la situación del “desarrollo humano”, logrando por primera vez operatividad en un concepto que trascienda lo económico, algo “medible” y al mismo tiempo “políticamente aceptado”, al punto que es tomado por el propio Banco Mundial desde los 90.

En 1992 la ONU crea la Comisión para el Desarrollo Sostenible y continúa muriendo el ecodesarrollo de los 70, el desarrollo endógeno y el desarrollo sustentable (enfocado solo a la conservación de los recursos naturales). Sin embargo había quienes planteaban que desarrollo sostenible era más de lo mismo, y que en su concepción dominante continuaba con la idea del crecimiento económico imprescindible y sin atacar las contradicciones intrínsecas del capitalismo. O´Connor(1993)  se preguntaba ¿Es posible el capitalismo sostenible? y seguía, “la respuesta breve es no, y la larga es probablemente no. El capitalismo tiende a la autodestrucción y a la crisis; la economía mundial crea una mayor cantidad de hambrientos, de pobres y de miserables; no se puede esperar que las masas de campesinos y trabajadores soporten la crisis indefinidamente y, como quiera que se defina la “sostenibilidad”, la naturaleza está bajo ataque en todas partes”. Es así que para algunos este desarrollo sostenible era el puente necesario para unir a los desarrollistas con los ambientalistas, lo suficientemente ambiguo como para permitir la aceptación de ambos, y para cobijar bajo su “paraguas” incluso a sectores de izquierda.

Para fines del siglo pasado a nivel de los gobiernos, organismos internacionales, movimientos sociales y de la academia hay una lucha centrada en dos posiciones: la neoliberal que vuelve a plantear la centralidad del desarrollo en lo económico y del otro lado corrientes muy diversas que (además de crecimiento económico) incorporan aspectos sociales (desarrollo humano), ambientales (desarrollo sustentable) e incluso algunas cuestionando al propio concepto de desarrollo.

Es en este marco que ya en este siglo, luego de la crisis del neoliberalismo de los 90 y con la nueva crisis los países desarrollados, el tema del desarrollo vuelve a estar en el tapete político y académico. Con una nueva polaridad mundial, continúa afianzándose el patrón de acumulación dominante a escala mundial que se fue consolidando a lo largo del siglo pasado y como analizara Quartino, se caracterizó por el mayor grado de concentración, centralización y desarrollo de la transnacionalización del capital (y sus empresas transnacionales), generando procesos de diferenciación social, exclusión y empobrecimiento a escala mundial, nacional y regional. “Los dos mundos” que planteaba Huidobro en 1991 son un efecto del desarrollo capitalista contemporáneo y se distancian cada vez más. Esta diferenciación opera a diferentes escalas, hay sures en el norte y nortes en el sur, con la creciente y fatal exclusión de millones de personas, distanciadas y polarizadas en todos los sentidos. A inicios del presente siglo había según el Banco Mundial cerca de 2.500 millones de pobres y 1.500 millones viviendo en la pobreza extrema, la mayoría en los países subdesarrollados. Pero esta desigualdad no es solo entre países, solo a modo de ejemplo a principios de 2013 España tiene aproximadamente un 26% de desempleo, superando los 5 millones de personas en paro, le “sobran” al mercado laboral, miles de jóvenes no trabajan ni estudian. Si bien la dimensión espacial estuvo presente en el concepto de desarrollo, generalmente estuvo muy asociada a los estados nación. El ordenamiento territorial, desarrollo territorial y desarrollo local toman más fuerza en el debate político, entre otros aspectos relacionados a los temas ambientales y al mayor peso y conformación de bloques socio-económicos regionales.

A partir de la Cumbre de la Tierra de 1992 el desarrollo sustentable se consolidó como la nueva estrategia de desarrollo, según Sachs (2003) allí “se reafirmó la centralidad del “desarrollo” en la discusión internacional sobre el medio ambiente, que por cierto, ayuda a asegurar la colaboración de los actores dominantes en el gobierno, la economía y la ciencia, pero evita al mismo tiempo la ruptura requerida para eliminar los multifacéticos peligros para el futuro del género humano… estando “el discurso desarrollista profundamente empapado de certezas occidentales como progreso, crecimiento, integración de mercado, consumo y necesidades universales, todas nociones que son parte del problema, no de la solución”. Veinte años después, a nivel de Naciones Unidas el discurso planteado en “El futuro que queremos” (Río+20,2012) renovó “el compromiso en pro del desarrollo sostenible y de la promoción de un futuro económico, social y ambientalmente sostenible para nuestro planeta y para las generaciones presentes y futuras”. Planteando que la erradicación de la pobreza y la lucha contra el hambre son los mayores problemas que afronta el mundo en la actualidad y una condición indispensable del desarrollo sostenible. Para lo cual es necesario el crecimiento económico, con economías abiertas y se intenta imponer la “economía verde” como uno de los instrumentos más importantes. Las causas de la insustentabilidad siguen buscándose donde no están y los sujetos de la sustentabilidad siguen perdidos en vaguedades. Aquí cabría preguntarse ¿desarrollo sostenible para quién? Para el planeta? Para las generaciones? ¿Qué tan sostenible es el desarrollo para quienes hoy se están muriendo de hambre y ni que hablar no van a tener generaciones futuras? 

 

Mientras tanto… ¿qué pasó por estos lados?
En Latinoamérica el concepto de desarrollo estuvo muy pautado por los acontecimientos que se sucedieron principalmente a nivel de Europa occidental y Estados Unidos en tanto región históricamente dependiente (económica e ideológicamente). La discusión estuvo marcada por el “Programa del Punto Cuarto”, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con un peso muy fuerte, la Alianza para el Progreso (de los 60) y posteriormente por el neoliberalismo. También contribuyó a la evolución conceptual e ideológica, la tesis de la dependencia, la revolución cubana, los movimientos de izquierda y organizaciones sociales latinoamericanas, que si bien contribuyeron a imponer el uso del término desarrollo, tuvieron una visión crítica a las estrategias de desarrollo impulsadas desde Estados Unidos.

La CEPAL creada en 1948 (dependiente de la ONU) promovía en sus primeros años impulsar un desarrollo productivo dirigido por el Estado y enfocado en la industrialización por sustitución de importaciones. El problema era enfocado en como transferir los procesos de desarrollo de los países del primer mundo. En 1949 Truman expone un programa de desarrollo mundial para “la paz y la libertad”, planteando que para más de la mitad de los habitantes del mundo “su pobreza es una desventaja y una amenaza tanto para ellos como para los países más prósperos”. En el punto cuarto de sus objetivos políticos se resalta el papel central del flujo de inversiones y la transferencia y asistencia tecnológica para el desarrollo. La Alianza para el Progreso de 1961 fue impulsada como un programa de “ayuda” económica, política y social condicionada de EUA para América Latina. La concepción dominante era como vimos que el desarrollo era una cuestión eminentemente nacional, productivista, el rumbo para las sociedades latinoamericanas subdesarrolladas era el desarrollo norteamericano, quienes a su vez tendrían el papel protagónico en dirigir el proceso.
 En base a los trabajos de Prebich, Cardozo y Faletto, entre otros, a fines de los 60 la CEPAL y algunos intelectuales de izquierda se focaliza en la relación "dependencia y desarrollo" visto como un tema socioeconómico pero también político. En base a esta perspectiva se argumentaba que el subdesarrollo no es una etapa normal, anterior al desarrollo, de simple atraso. Era vista como una situación originada por la dependencia de un centro de poder externo. Algunos planteaban que por lo tanto, la vía de salida era en primer lugar la independencia, la liberación nacional. En algún sentido similar Amin y otros neomarxistas plantearán más adelante “políticas antisitémicas de desconexión”. La revolución cubana de 1959 tuvo un fuerte impacto en la discusión de las vías del desarrollo, que se profundizo más cuando en 1976 se declara Estado Socialista. En tanto a fines de los 60 principios de los 70 las dictaduras civicomilitares latinoamericanas plantaban mano dura e incrementaban la dependencia. El “Modelo Mundial Latinoamericano” de la Fundación Bariloche previo a la dictadura argentina de 1976, fue una de las tantas respuestas latinoamericanas al modelo World III del MIT y sus “límites al crecimiento” de 1972, tanto a sus postulados como a sus conclusiones políticas.
En los 80 la CEPAL para salir de la crisis de la deuda externa propone “ajustes económicos con crecimiento”. Las políticas de ajuste “voluntarias” y los “ajustes estructurales” promovidos por el FMI y BM se generalizan en Latinoamérica bajo la ideología neoliberal. Los ajustes generan mayor pobreza y desigualdad, es así que se plantea el “ajuste con rostro humano” de la UNICEF (1987), que en el caso latinoamericano fue más bien declarativo, los gobiernos de la región continúan con el neoliberalismo y “crecer para repartir la torta” como política dominante y deteriorando las políticas, servicios y estructuras que deberían proteger a los más vulnerables. Luego de la “década perdida”, en 1990 la CEPAL plantea la “transformación productiva con equidad”, para alcanzar los objetivos de una concepción actualizada del desarrollo: crecer, mejorar la distribución del ingreso, consolidar la democracia, detener el deterioro ambiental y mejorar la calidad de la vida de toda la población. El neoliberalismo llega a su máxima expresión, en lo económico desde los gobiernos, pero también desde lo ideológico, permeando todos los aspectos sociales.
En los inicios de este nuevo siglo se da un cambio de rumbo. Los gobiernos de salida del neoliberalismo, Chávez (1999), Lula (2003) y los otros gobiernos de izquierda latinoamericanos, aportan una nueva dimensión al debate en torno al desarrollo. Si bien en términos generales los gobiernos se mantienen dentro del paradigma hegemónico y dominante, en la base de los movimientos políticos que llegaron al gobierno hay un intenso debate marcado por las ideas “tradicionales” de la izquierda (“postulados históricos”), el “socialismo del siglo 21”, la revolución cubana que continúa presente y los movimientos sociales latinoamericanos, especialmente en torno al Foro Social Mundial desde aquél primero en 2001. La Cumbre de los Pueblos en Río +20 por Justicia Social y Ambiental, es clara en que lo que se plantea por un gran conjunto de movimientos sociales y populares, organizaciones de la sociedad civil y ambientalistas en cuanto a la necesidad de transformación social (un nuevo paradigma) y no más desarrollo capitalista, el cual es señalado como la “causa estructural” de la crisis global, ni falsas soluciones como el desarrollo sustentable (Declaraciónfinal, 2012).



[1] Según Esteva (1996) la transferencia de la metáfora biológica a la esfera social ocurrió en la última parte del siglo XVIII. Justus Moser, empleó desde 1708 la palabra alemana Entwicklung para aludir al proceso gradual de cambio social.
[2] Una discusión interesante de la ayuda para el desarrollo fue realizada por Gronemeyer 1996.
[3] Aún hoy en su “Misión” institucional se establece “El hilo en común de nuestro trabajo es el compartir un compromiso con la economía del mercado impulsada por las instituciones democráticas centradas en el bienestar de los ciudadanos. A lo largo del camino, también exponemos y dificultamos el camino a los terroristas, a los evasores de impuestos, a los hombres de negocios deshonestos y a otros cuyas acciones minen a una sociedad justa y abierta.”
[4] Sachs, I. Ecodesarrollo: Desarrollo sin destrucción, Ciudad de México: COLMEX, 1982. 201p.
[5] Empresario petrolero canadiense, será el primer secretario del PNUMA y como jefe del PNUMA, convocó la primera reunión internacional de expertos sobre el cambio climático y más tarde aparecerá en Cumbre de Río 92.
[6] Sachs W. (editor), Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder, PRATEC, Perú, 1996. 399 pp
[7] Jim MacNeill se dice fue arquitecto y principal autor del informe, siendo canadiense y socio de Maurice Strong.
[8] Max-Neef, M., A. Elizalde y M. Hopenhayn, Desarrollo a escala humana. Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones , Montevideo: Nordan-Comunidad, (1986) 1993.



Desarrollo rural alternativo (2). ¿Desafío tecnológico o político?

El desarrollo rural es quizás un tema con menos discusión política que los aspectos relacionados al desarrollo territorial o local, pero con muchos aspectos en común. Entrando en juego otros conceptos que se suman a los de desarrollo sustentable.

 

Desarrollo rural. 

 

El desarrollo rural es quizás un tema con menos discusión política que los aspectos relacionados al desarrollo territorial o local, pero con muchos aspectos en común. Entrando en juego otros conceptos que se suman a los de desarrollo sustentable. 

Lo rural en los abordajes tradicionales es referido a lo que acontece en el espacio geográfico que no es urbano, usado generalmente para la producción agropecuaria o de conservación ambiental, asociado al “sector agropecuario”. Tradicionalmente se define al espacio rural tomando en cuenta aspectos ocupacionales (como baja densidad de población, localidades pequeñas), económicos (como predominio de actividades agropecuarias), socioculturales (menor diversificación y movilidad social) y ecológicos (relación más directa con “la naturaleza”). En nuestra concepción lo rural escapa al área geográfica, la trasciende. 

 El término territorio es usado generalmente asociándolo a un área geográfica determinada, pero ha evolucionado y generado debates desde las ciencias sociales. Algunas corrientes plantean la idea que su significación y definición es una relación de poder, el territorio es visto como una construcción social, por lo tanto también como multidimensional e histórico debiendo ser debatido constantemente, construir el territorio. 

 Desarrollo rural sostenible. 


Luego de la segunda guerra mundial hubo un proceso de expansión macroeconómico liderado por EUA, la reconstrucción económica de naciones europeas y Japón (los países capitalistas “avanzados”). Ese proceso implicó que el “sector agropecuario” se inserte cada vez más en el sistema económico, conjugando la acción del estado, las agroindustrias y los agricultores “empresariales”. A la industrialización del agro, continuó la llegada del capital financiero bajo diversas modalidades, imponiendo al sector históricamente considerado atrasado, tradicional del agro una gran transformación “modernizándolo”. Este proceso coloco al agro en un plano secundario y subsidiario de la industria, industrialización paso a ser sinónimo de moderno, progreso y desarrollo. 

El avance del capital en el medio rural, generaba polarización social, cada vez más desplazados, campesinos pobres, a la vez que comenzó a promover y apoyar a nuevos agentes económicos con papel relevante. Entre ellos la industria química y las empresas vinculadas a la genética (animal y vegetal) que pasaron a tener la llave del proceso tecnológico y las vinculadas al sector financiero y del comercio. El sector agropecuario que se necesitaba, moderno, prospero, desarrollado, en la concepción dominante implicaba en lo ideológico: crecimiento (salir del estancamiento productivo), especialización productiva para el mercado (monocultivo y no más autoconsumo), adaptarse a la demanda (abandonar las producciones locales y tradicionales), aparición del empresario (individualista, competitivo) y con una nueva mentalidad abierta (técnica, económica y culturalmente, sin vínculos con la sociedad tradicional, cuestionándola). 

 A mediados del siglo pasado en los países centrales fueron puestas en funcionamiento las estructuras de “desarrollo rural” y sus mecanismos impulsados a través de los servicios de extensión y promoción de nuevas tecnologías, lo que posteriormente fue difundido a otras partes del mundo. Ese desarrollo tenía una connotación restringida a la producción, al progreso tecnológico y a los aspectos económicos de la misma. Los organismos encargados del desarrollo agropecuario debían difundir las tecnologías, el llamado “paquete tecnológico”, para que los “atrasados” avanzaran y se modernizaran, o lo que era lo mismo se “intensificaran”, en un proceso lineal y único. Quien no podía o no quería seguir este proceso de modernidad inevitable era desplazado, generando una gran migración campo ciudad, “liberando” de esta forma mano de obra (barata) para la industria y recursos (tierra) para los agricultores empresariales “dinámicos”. En Latinoamérica se veía la importancia del agro en tanto fuente de alimento, generador de capital (especialmente de divisas) y capacidad de aportar mano de obra barata y en cantidad para la industria. 

A partir de los 60 se expande la llamada “revolución verde”, basada en aumentar la producción con uso de variedades mejoradas de alto rendimiento, fertilizantes, mecanización y riego, a lo que posteriormente se le suman otros agroquímicos y más recientemente la biotecnología. Varios problemas ocurren al aplicar ese paquete relacionados a su sustentabilidad, abarcando aspectos sociales, económicos y ecológicos. Dentro de estos últimos el deterioro del suelo, el problema del agua especialmente la demanda de recursos naturales y energéticos, fueron los que más llamaron la atención de los ambientalistas e investigadores en las últimas décadas del siglo pasado. Es así que el término sustentable va tomando su lugar en relación también a la agricultura, en sus orígenes muy íntimamente relacionado con el cuestionamiento al paradigma tecnológico de la agricultura convencional. En general la concepción dominante plantea que la agricultura sostenible debe usar tecnologías apropiadas y prevenir impactos negativos (sociales, económicos o ecológicos), pero esto generalmente solo se traducía en reducir el uso de agroquímicos, controlar la erosión, uso de energías alternativas, reducir emisión de GEI y en ocasiones algún manejo integrado de plagas o rotación de cultivos. Lo agronómicamente sustentable estaba asociado a los problemas ambientales (ecológicos) y asociado a las tecnologías alternativas en respuesta a los problemas de las tecnologías tradicionales o modernas. 

En Latinoamérica este proceso dominado por el desarrollismo en lo rural, tuvo en los 80 el abandono de las políticas para el campo, acompañada de la falta de interés de la visión publica en lo rural, solo quedan las políticas centrales para atender la pobreza rural. Estos años de desarrollismo estuvieron además acompañados por movimientos contarios al mismo, al menos en algunos de sus aspectos y comienzan las ONGs vinculadas a la pobreza y el desarrollo. Surgen corrientes conceptuales vinculadas a la teoría de la dependencia, el campesinado y la cuestión agraria, o la agroecología. Esta última presentada por Altieri como una disciplina capaz de estudiar los sistemas agrícolas desde una perspectiva socioeconómica y ecológica, por tanto de contribuir al estudio de las estrategias de desarrollo rural sustentable y se profundizan los abordajes sistémicos de los sistemas de producción y el medio rural. 

 Al final del siglo pasado hay un redimensionamiento de lo rural, el concepto que estuvo tradicionalmente asociado al sector agropecuario, va tomando un giro más territorial. Surge una corriente que algunos llaman de la “nueva ruralidad”, con una perspectiva múltiple dimensional, mayor conciencia de las funciones y servicios prestados por el medio rural (más allá de aspectos productivos), así como revalorización de actividades económicas no agrícolas, conciencia de la importancia de la competitividad territorial frente a la social y un acento en la participación de los involucrados en la aplicación (y diseño) de políticas y programas de desarrollo rural. 

La dialéctica de lo rural y lo global (interacción de lo rural con lo urbano) así como los temas socioeconómicos, van ganando terreno en el debate conceptual pero sin lograr llegar a generar una contra tendencia a la concepción dominante de desarrollo (rural) sostenible, que permanece en éste inicio de siglo marcada por el desarrollismo, productivismo y las tecnologías “verdes”. 

La versión “oficial” del desarrollo (rural) sostenible. 


El desarrollo (rural) sostenible (DRS) viene siendo utilizado en los últimos años por los organismos internacionales como un concepto que considera aspectos económicos, sociales y ambientales. Bajo este “paraguas” podemos encontrar actores críticos al modernismo, defensores del capitalismo verde, marxistas, multinacionales, trabajadores rurales, etc. En su concepción dominante y hegemónica el DRS si bien trasciende y pretende superar a las ideas del “desarrollismo” (centrado en los aspectos tecnológicos y económicos) es compatible con el desarrollo del capitalismo, no se presentan como una concepción antisistémica. DRS puede implicar muchas cosas pero en general: a) tecnologías que preserven los recursos naturales, disminuyan el uso de energía no renovable y emisiones de gases de efecto invernadero; b) políticas socioeconómicas que restrinjan al capital tendientes a disminuir los procesos vinculados a la diferenciación social y las tendencias negativas intrínsecas al capitalismo, como conservar la producción familiar, disminuir las asimetrías entre regiones entre otras; c) participación o “gobernanza”, aunque en cierta medida generalmente es limitada o acotada a definir y/o ejecutar las políticas relacionadas al punto anterior. 

Lo rural en la Cumbre de la Tierra (2012) se queda en una visión muy limitada (urbana?), donde el desarrollo rural es importante por la necesidad de alimentos sanos y seguridad alimentaria, así como porque muchos pobres viven en el campo y son importante en el desarrollo económico de muchos países. Plantea la necesidad de aumentar la producción y la productividad agrícola, mejorando la infraestructura, los mercados y sistemas de comercialización, generar tecnologías apropiadas y asequibles para conservar los recursos naturales, los ecosistemas, los procesos ecológicos naturales que sustentan los sistemas de producción de alimentos y aumente la resiliencia al cambio climático y a los desastres naturales. El desarrollo rural sostenible es diseccionado en tres componentes. La seguridad alimentaria y sostenibilidad económica son planteados como un problema de oferta, para lo cual hay que desarrollar el agronegoció, abrir y transparentar los mercados, ampliando el acceso a los mismos para los pequeños productores (sumándolos a las cadenas agroindustriales fuertes y fomentando las cooperativas). La sostenibilidad ambiental es planteada como un problema técnico, siendo necesario inversión (pública y privada), generación, innovación y transferencia de tecnologías. Los ecosistemas (muchos de ellos en zonas “rurales”) son importantes y vistos desde la perspectiva de los servicios ambientales que prestan (a las sociedades), es por eso que necesitan ser conservados, el vínculo entre la economía y el ambiente se plantea que sea desarrollando la “economía verde”. El “capital natural” avanza en las concepciones de los economistas ecológicos. Preguntándose cuales servicios ambientales de los ecosistemas son imprescindibles, o viéndolo del otro lado ¿cuales son prescindibles o pueden ser sustituidos con tecnologías y capital (nuevos materiales, nanotecnología, ingeniería genética)? Por último la sostenibilidad social, atender mejor las necesidades de las comunidades rurales (especialmente de los pobres y vulnerables), aumentando el acceso a la atención de la salud, servicios sociales y educación. 

Desafíos y límites para el desarrollo (rural) sustentable. 


A nivel de gobiernos y Naciones Unidas se pretende buscar acuerdos en estos términos, buscar un cierto consenso…y llevarlo a ser operativo, sin lograr hasta ahora concretar su significado en algo aplicable, por los que éste seguirá manteniéndose en los niveles de ambigüedad, elasticidad y contradicción en los que hoy se encuentra. Es más ni siquiera está claro que estén buscando donde hay que buscar los problemas. ¿Dónde está el problema? se plantean… en el sur (los pobres y su incapacidad de producir ecológicamente), en el planeta (por un desequilibrio global de los ecosistemas, fragilidad de la biósfera), en el norte (nivel de consumo y estilo de vida o por “el capital”), ¿por otro lado…en donde? No hay acuerdo tampoco a nivel social ni en la academia en las vías para el crecimiento económico sostenible, ni si es necesario el crecimiento o si puede éste ser sostenible, o si ampliar el acceso a los mercados y generar nuevos mecanismos o reducir el peso de los mismos, si la economía verde es un avance o retroceso, etc. 

Pero también están los disidentes, quienes critican las concepciones ideológicas de los términos de desarrollo y sostenibilidad, señalando que el objetivo de la sostenibilidad es incompatible con el desarrollo del sistema capitalista. Algunos señalan que la sostenibilidad del desarrollo no se puede determinar objetivamente, requiriendo conjugar escalas temporales y manejar incertidumbres en niveles que carecemos de herramientas conceptuales, sumado a que su definición requiere juicios de valor. A modo de ejemplo, la sostenibilidad no puede buscarse en la naturaleza, ésta no es la base sobre la que emitir juicios de valor en relación a la sustentabilidad. Puede constituir a lo sumo una importante fuente de información para tomar decisiones socioeconómicas en función de los valores humanos históricos, pero un cierto equilibrio en un ecosistema (espacial y temporal acotado) no nos da ninguna pista de si es bueno o malo. 

Del lado “izquierdo” de las posiciones del debate, se plantea desde una posición antropocentrista que esta discusión es social, o sea los aspectos económicos y ambientales deben dirimirse en la órbita social, las alternativas deben darse en el campo político. Por tanto, la democracia, la autodeterminación de los pueblos, el respeto a la diversidad cultural y la participación política de la gente en sus diferentes formas, resultan en opciones políticas que deben implicar el desplazamiento de la racionalidad económica para el campo social. La discusión debe pasar a ser referida a la ética y valores que determinan estas concepciones de lo que son necesidades humanas y calidad de vida, lo sustentable no es un asunto técnico. 

Y ya en el límite del debate están quienes plantean que “la idea del desarrollo permanece todavía en pie, como una especie de ruina, en el paisaje intelectual... Ya es hora de desmantelar su estructura mental " (Sachs, 1996) y que la “sostenibilidad” es otro edulcorante para poder tragarnos el primero. A lo largo de la historia los grupos humanos han conformado sistemas sociales (socioeconómicos y ambientales) y todos ellos “nacieron”, se “desarrollaron” y fueron autodestruidos, exterminados desde fuera o cambiaron por otro sistema. El capitalismo como todos los anteriores sistemas sociales se enfrenta a esta perspectiva histórica y es en las propias relaciones capitalistas donde están las causantes de la insustentabilidad (ya sea ésta ecológica o social). En este sentido, para esta corriente la discusión del desarrollo (rural) sustentable debe centrarse en el carácter crítico sobre las causas sociales de la insustentabilidad y no debe desconectarse de la perspectiva de superación del capitalismo. Planteando además que la prioridad es transformar los excluidos y marginados (“perdedores”) en ciudadanos, y no colocar el problema como si fuera del conjunto de la sociedad humana como un todo frente a la naturaleza externa. Foladori (1999) plantea que de lo contrario en la discusión “quedan ocultas las contradicciones sociales que son, muchas veces, las verdaderas causas de los problemas ambientales”. La frase “Patria para todos y con todos” puede definir la estrategia y por ende la política. La Reforma agraria, un concepto devaluado, fuera de moda, tendría mucho que aportar para solucionar la insustentabilidad, desde ésta concepción. 

Muchos de los problemas asociados al “desarrollo rural” tienen y tendrán al Estado como uno de los actores centrales, por lo tanto parte del asunto es discutir las ideas prevalecientes del estado nación moderno. El rol del estado o ¿qué tipo de estado es “necesario”? Conformar un estado multinacional (por ejemplo a nivel del Mercosur) es un avance o un retroceso? La desconexión como la planteara Samir Amin implica asumir que el mundo no es una colección de economías nacionales aisladas, sino un sistema económico único que opera para transferir riquezas de la periferia a los centros, y el estado tiene mucho que ver con esto, así como la articulación de los estados entre sí. 

Antes se planteaba que la solución al subdesarrollo eran la transferencia tecnológica desde los desarrollados, y a la vista están los resultados… ahora nos plantean la transferencia tecnológica con las soluciones ambientales incorporados, un paquete verde, las tecnologías “ecológicas” para el desarrollo sostenible…al que no le guste sopa dos platos.