9 jul 2013

Dinámica de los pastos, de Voisin, 1971. Conclusiones




LA CIVILIZACION, FORMA SUPREMA DE LA ECOLOGIA DINAMICA

Del suelo, al hombre, a través de la hierba.

Después de nueve años de esfuerzo la última obra de la serie:
Productividad de la Hierba,
Suelo, Hierba, Cáncer,
Dinámica del Pasto,
ha terminado (…)
He aquí, pues, terminados los tres elementos de este trabajo.

Por otra parte, al final de la presente Dinámica del Pasto, me parece oportuno examinar brevemente algunas de las enseñanzas generales que se desprenden de este libro, y que se apoyan en las dos obras precedentes.

El carácter ecológico particular del hombre.
(…) En la presente obra hemos estudiado la adaptación de la flora pratense al medio y a sus variaciones. Se trata de una adaptación «pasiva», que representa una de las formas de la ecología dinámica.

Pero creo que los ecólogos han descuidado el «carácter ecológico» particular del hombre. Es notable que nos encontremos frente al único ser vivo capaz de modificar intencionadamente y de una manera «activa» su medio para adaptarse a él.

El milagro y la catástrofe de la civilización mediterránea.

Esta adaptación «activa» consiste no solamente en reaccionar frente a lo que Taynbee (1946) llama los desafíos de la Naturaleza, sino en prevenirlos. Se trata, con respecto al hombre, de modificar de la manera más favorable posible la asociación Suelo-Planta-Animal-Hombre.

(…) Cuando la transformación del medio por el hombre está mal conducida, acarrea la desaparición de las civilizaciones más florecientes. Entre los años 15.000 a 9.000 antes de J. C., el calentamiento del clima obligó a los pueblo a abandonar las praderas saharianas (y otras) para marchar hacia el inmenso bosque postglaciar que rodeaba el Mediterráneo.

El magnífico equilibrio establecido entre el suelo y el hombre en las riberas de Creta, de Grecia y de Asia Menor, parece haber tendido a hacerse cada vez más difícil de mantener entre los siglos VII y V antes de nuestra era.

Se agotó el suelo ya roturado. Más tarde se abatieron los bosques, esperando aumentar más la superficie de los suelos cultivables; este desequilibrio de la Naturaleza solarmente sirvió para ayudar a terminar de destruir, con la erosión, los suelos agotados. En una palabra, se practicó la ecología dinámica destructora.

La huida, forma de adaptación pasiva de las masas humanas.

A esta ecología dinámica, de apariencia activa, pero que no era más que un esfuerzo desesperado, siguió la forma pasiva de adaptación, tan conocida en la historia: la huída. Se abandonaron las tierras que se habían arruinado para ir a arruinar otras más lejos. Después de haber agotado el suelo de Grecia, se marchó a agotar el de Sicilia; más tarde, el de Italia meridional. Después del Líbano y Palestina fue África del norte.

La civilización mediterránea, madre de nuestra civilización actual, habría desaparecido si los hombres de esta época no hubiesen podido, ir a establecerse en otras tierras aún no roturadas en el noroeste de Europa.

Pero en la actualidad no hay «huida» posible, ya que casi todas las tierras están ocupadas, agotadas o inutilizables.

Nuestra civilización no podrá mantenerse ni prosperar si no sabemos practicar la ecología dinámica constructiva que permita al hombre vivir en simbiosis con el suelo, sin destruir el equilibrio del mismo.

Así, pues, nos parece interesante examinar los dos factores que pueden conducir a la destrucción de la armonía entre los ele­mentos del suelo. El primero contribuyó siempre a arruinar las civilizaciones. El segundo entró en juego por, primera vez en nuestra poca y fue siempre ignorado por todas las civilizaciones precedentes.

EI abono orgánico humano de las ciudades gigantescas no vuelve al suelo.

En el transcurso de la época de decadencia de las civilizaciones, la destrucción del suelo estuvo siempre impulsada y aún acelerada por el absentismo de las masas humanas, que aban­donaban el campo para ir a amontonarse en las ciudades.

Como lo ha señalado admirablemente Spengler en su Decadencia de Occidente, el fin de las civilizaciones se caracteriza por la concentración de la mayoría de la población en gigantescas metrópolis: Babilonia, Atenas, Roma, Bizancio (antiguamente), Londres. París, Berlín, Nueva York (actualmente).

Esta monstruosa concentración urbana ha privado y priva al suelo de la mayor parte del precioso abono orgánico humano. A falta de este alimento, los organismos del suelo son cada vez menos activos.

La falta de humus reduce las cantidades de elementos asimilables del suelo.

De ello resulta un agotamiento del suelo en humus y una disminución de los elementos asimilables, incluso si los elementos totales están presentes en cantidades relativamente importantes. El alimento carenciado, así producido, disminuye la energía y la vitalidad de las poblaciones.

Este no-retorno de los excrementos de las poblaciones ciudadanas ha desempeñado probablemente un enorme papel en la ruina de las civilizaciones.

Es lo que Spengler y otros filósofos de la historia han olvidado señalar cuando muestran el paralelismo entre el desarrollo de las inmensas metrópolis y la decadencia de las civilizaciones.

A este fenómeno general, se añade un fenómeno nuevo que no había aparecido nunca en las demás civilizaciones.

Nuestra civilización occidental conoce un fenómeno desconocido hasta ahora por el resto de las civilizaciones anteriores, fenómeno de incalculables consecuencias, que, según nuestra opinión puede ser excelentes o catastróficas. Este fenómeno es el empleo de abonos minerales con el fin de aumentar el rendimiento de las cosechas.

Me he preguntado muchas veces si este empleo de abonos no sería en realidad una especie de «huída» hacia otras tierras.

El hombre ha creado nuevas superficies cultivables virtuales mediante los abonos minerales: producir, merced a estos abonos, 50 quintales de trigo por hectárea, allí donde no se producían más que 10, significa prácticamente colonizar cuatro hectáreas de nuevas tierras.

Ya no podernos pasarnos sin los abonos minerales.

El empleo de los abonos minerales representa uno de los mayores progresos de la humanidad, tan importante y de consecuencias mucho mayores como el descubrimiento de los automóviles o de los cohetes interplanetarios. Nadie puede discutir que estos abonos han permitido un considerable aumento en la producción y un descenso en el precio de coste de los productos alimenticios. Han contribuido, pues, a la elevación del nivel de vida.
En muchos casos, si han sido bien utilizados, los abonos minerales pueden asimismo mejorar la calidad de los productos. Pero pueden tener también graves consecuencias.

Las "hambres clandestinas" de los pueblos.

El empleo de los abonos minerales, si se realiza de manera poco prudencial, como generalmente suele ocurrir en la actualidad, puede ocasionar graves desequilibrios en el suelo, reduciendo las cantidades asimilables de ciertos elementos minerales, Ahora bien, estas cantidades ya han sido reducidas, como ocurrió al final de otras civilizaciones, por el hecho de la disminución de la intensidad de vida de los organismos del suelo, privados del retorno del excremento humano de las gigantescas metrópolis modernas.

De esta forma se crean carencias «clandestinas», tan peligrosas para el hombre y para las civilizaciones como las verdaderas hambres: en efecto, estos desequilibrios o estas deficiencias en elementos minerales alterarán profundamente el metabolismo de las células del hombre. (…)

El lento agotamiento de la energía de los pueblos.

Los historiadores, con justa razón, demuestran cómo fueron desapareciendo las civilizaciones tan pronto como arruinaron su suelo (…) Pero, quién podría decirnos en qué medida estos suelos, antes de ser destruidos por la erosión, no sufrieron primero un agotamiento «clandestino» de magnesio o de cobre asimilables? A este agotamiento progresivo del suelo, no correspondería una lenta decadencia, física y moral, de los hombres cuyos antecesores habían creado en otros tiempos potentes y prósperos imperios?

Esta pregunta podrá parecer osada; pero, no obstante, la experiencia de un gran bioquímico inglés la presenta como muy real.

Estudiantes y pueblos indisciplinados.

Hopkins (premio Nobel y profesor de Bioquímica) fue llamado un día en consulta a un pensionado. El director se quejaba de que sus alumnos se habían vuelto, hacia ya un año, indisciplinados y nerviosos, mientras que hasta entones habían sido siempre muy dóciles

El sabio inglés buscó la causa alimenticia de este nerviosismo y la encontró: el cierre de una tienda, situada frente a la escuela, en la que se vendía fruta. Los alumnos, con sus pequeños ahorros, buscaban en ella regularmente melocotones o naranjas, completando así sus necesidades de vitamina C que faltaba en la alimentación de la escuela, compuesta, sobre todo, por carnes hervidas, conservas, confituras, etc. Hopkins aconsejó al director que añadiese frutas y diversos alimentos crudos a la alimentación de los alumnos. Todo volvió a estar en orden: la escuela recuperó su calma y su disciplina.

Si todo un pueblo se ve privado de vitamina C en su alimentación, se volverá tan nervioso e indisciplinado como el grupo de alumnos de que acabamos de hablar. Esta indisciplina es característica en la historia del fin de las civilizaciones.

El empobrecimiento de la alimentación en vitamina C puede procede r de mue-has causas, especialmente del hecho de que frecuentemente la alimentación de la población de las grandes ciudades puede contener mucha menor cantidad de dicha vitamina que la de los habitantes del campo, poseedores de huertos.

EL agotamiento del suelo desgasta lentamente al hombre.

Lo que nos interesa aquí es la relación ecológica entre el hombre y el suelo. Ahora bien, sabemos que el metabolismo de la vitamina C está bajo el control de enzimas que, directa o indirectamente, son controlados por el cobre.

Por otra parte, es sabido que cualquier deficiencia del suelo en cobre asimilable altera diversos mecanismos fundamentales de la vida. No es, pues, osado suponer que una deficiencia del suelo en cobre asimilable pueda causar efectos muy parecidos a los producidos por una carencia de vitamina C, puesto que ésta no podría cumplir ya sus funciones.

Sabemos además que la f alta de cobre en la alimentación de la madre gestante crea en el niño que ha de nacer perturbaciones del sistema nervioso.

Otra carencia cada vez más corriente de nuestros suelos es la del magnesio. Los animales carentes de magnesio se vuelven excesivamente nerviosos e hiperexcitables mucho antes de que sean atacados por la parálisis. Asimismo, cada día se descubre en el hombre mayor cantidad de enfermedades nervios causadas por carencias de magnesio

La influencia del suelo sobre la psicología de los pueblos y especialmente sobre su combatividad.

Podremos así comprender mejor que un agotamiento «clandestino» del suelo en cobre y en magnesio, debido a sistemas de cultivo defectuosos puede modificar en un sentido desfavorable la psicología de los pueblos hacia naciones hiperexcitables, nerviosas e ingobernables, como ocurre siempre en las épocas de civilizaciones decadentes.

Los pueblos que no han sabido vivir en una feliz asociación ecológica con su suelo, y lo han agotado, verán disminuir lentamente su fuerza moral y psíquica mucho antes de que puedan aparecen los signos visibles de la destrucción del suelo.

El gran bioquímico Abderhalden ha titulado uno de sus libros: Los vestigios de ciertas sustancias determinan nuestro destino. Digamos, generalizando: Los vestigios de ciertos elementos de1 suelo determinan el destino de los hombres y de las civilizaciones.

El "homo mechanichus" ha perdido el sentido del suelo.

Es lo que, desgraciadamente no ha comprendido todavía el hombre moderno: el «Homo mechanichus» no se preocupa en absoluto del suelo que produce sus alimentos. Lo que quiere es un alimento lo más barato posible.
El hombre de la ciudad ejerce una considerable presión sobre el hombre del campo, para que éste produzca más y a menor precio. Hemos dicho que los abonos químicos ayudan notable­mente a obtener tal resultado. Pero también hemos señalado que estos mismos abonos, si se emplean mal, pueden crear en el suelo graves deficiencias en elementos minerales asimilables.
Ello acarreará, finalmente, peligrosas carencias en el hombre y el agotamiento de sus fuerzas morales y físicas. Esta actitud de las masas ciudadanas corresponde, cuando es acentuada, a un verdadero suicidio biológico.

El hombre no puede sobrevivir más que asociado al suelo, y no como parásito suyo.
El porvenir de nuestra civilización, mecanizada y sometida a la química, depende de la forma en que sepamos concebir la ecología dinámica. Debemos aprender a dominar nuestro medio ambiente sin destruirlo.

Se trata de que el hombre viva, no como un parásito del suelo, sino en asociación con los elementos vivos de este suelo: De la vida del suelo depende la vida del hombre y de las civilizaciones.


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(Voisin, A. 1971. Dinámica de los pastos. Editorial Tecnos. Madrid. España. 452 p)



De Productividad de la hierba (Voisin, 1974). Tercera parte

Principios de conducta en el pastoreo racional.


Definición de algunos elementos base. Es preciso distinguir la carga global, o sea, el número de unidades de Ganado Mayor o kilogramos de carne que soporta, por término medio, una hectárea del total de los pastos considerados, de la carga instantánea, o carga de las parcelas en curso de pastoreo. Definiendo ésta última como el número de kilogramos de carne (o unidades ganado mayor) que soporta una hectárea del total de la superficie de las parcelas pastoreadas simultáneamente (Voisin, 1974).

Por otro lado es preciso distinguir el tiempo de “estancia” de la parcela por un grupo de animales, o sea el tiempo durante el cual un grupo, pastorea una parcela en cada pase de pastoreo (es decir, en cada rotación; del tiempo de “ocupación” de la parcela, el tiempo durante el cual una parcela es pastoreada por el conjunto de los grupos en cada pastoreo (Voisin, 1974).

Tiempo de reposo, o “duración del ciclo de retorno”, es el tiempo durante el cual, entre dos pases de pastoreo, se deja reposar la hierba sin ser pastoreada (Voisin, 1974).

Intensidad de pastoreo (o densidad de pastoreo), se obtiene multiplicando la carga instantánea por hectárea, por el tiempo de ocupación de las parcelas. Con una carga instantánea constante, la intensidad de pastoreo varía en proporción con el tiempo de ocupación. La intensidad del pastoreo es la misma, ya sea que el rebaño este dividido en tres grupos o concentrado en uno solo, a condición de que el tiempo de estancia siga siendo el mismo (Voisin, 1974).

Supongamos un rebaño de 12 UG dividido en 3 grupos, pastoreando simultáneamente en 3 parcelas, cada una de estas parcelas de 1 ha y el tiempo de estancia (por grupo) es de 2 días.
La carga instantánea = 12 UG / (3 grupos x 1 ha) = 4 UG/ha
El tiempo de ocupación de una parcela es = 3 lotes x 2 días = 6 días
La intensidad de pastoreo será entonces = a 4 UG/ha x 6 días = 24 UG/ha/día
Supongamos ahora que duplicamos el tiempo de estancia (4 días), la carga instantánea sigue siendo la misma, pero las parcelas están siendo pastoreadas más intensamente. El tiempo de ocupación se duplica (3x4= 12 días) y la intensidad de pastoreo (4x12= 48 UG/ha/día).
Si en lugar de 3 grupos tenemos uno solo (con tiempo de estancia sigue siendo 2 días), tendremos, carga instantánea =12 UG/ha, el tiempo de ocupación de una parcela 2 días, entonces la intensidad de pastoreo será 12 x 2 = 24 UG/ha/día.

Para un tiempo de estancia constante, la intensidad de pastoreo es independiente del número de grupos en que esté dividido el rebaño.

La determinación del número de parcelas constituye la base del plan de pastoreo racional.

Cuando establecemos un plan de pastoreo racional, no se trata de determinar, en primer lugar la superficie de las parcelas, es preciso determinar ante todo, el número de parcelas, después se deducirá su superficie.

Un término medio bastante prudente me parece el de intentar observar el tiempo de reposo estival, con los únicos recursos del pastoreo, siempre que éste no sea igual a más de tres veces el tiempo de reposo mínimo de primavera, si así no fuese, se hace preciso al establecer un plan, limitarse a realizar con los únicos recursos propios del pasto un tiempo de reposo igual a tres veces el tiempo de reposo mínimo. Todo ello no es del todo absoluto, una vez más, que estas decisiones dependen de múltiples factores locales, personales y económicas (Voisin, 1974).

El tiempo de estancia es el que influye principalmente en el tiempo de reposo. El tiempo de reposo será igual al número de parcelas en reposo, multiplicado por el promedio de días de estancia en ellas económicas (Voisin, 1974).

Si tomamos un sistema de pastoreo racional de 20 parcelas con un período de estancia de dos días, el tiempo de reposo será de (20-1) x 2 = 38 días.
Si la rotación fuera diaria (tiempo de estancia de 1 día), para mantener 38 días de reposo deberíamos tener 39 parcelas, (38/1)+1 =39. Si en lugar de un lote tuviéramos 2 grupos, 38/1)+2= 40 parcelas.

Las leyes del pastoreo racional exigen tiempos de estancia y de ocupación relativamente cortos. Con un solo grupo y avanzando cada muchos días tendría el menor número de potreros necesarios para un tiempo de ocupación, pero recordemos que es necesario considerar las cuatro leyes del pastoreo, por lo tanto un período de estancia y ocupación relativamente corto. No debe reducirse demasiado el número de parcelas

El período de reposo óptimo continúa siendo el primer objetivo. Se trata de determinar el número de parcelas y no la carga de animales. Elcultivador que se lanza al pastoreo racional plantea generalmente en primer lugar, la siguiente cuestión: “¿Cuántos animales podré cargar? Yo le respondo: No lo sé, no puedo saberlo. Nadie puede saberlo…” Es preciso establecer un plan de tiempos; de este plan se podrán deducir los planes de superficies y la averiguación de las cargas posibles. En este último caso no se trata de un plan, sino de una investigación progresiva de la carga que, en condiciones de explotación, permitirá hacer pastar las parcelas en los tiempos de ocupación previstos y por consiguiente, observar los tiempos de reposo óptimos (Voisin, 1974).

¿Qué superficie debe tener una parcela? Recordemos que en primer lugar deben establecerse el número de parcelas, relacionadas al tiempo de reposo. Trataremos de tener el mayor número de parcelas posibles, o dicho de otra forma, qué sacrificios se está dispuesto a realizar para obtener el mayor número de parcelas posibles. Luego veremos que superficie deben tener. Según la superficie de los pastos que hayan de ser divididos, podrá obtenerse la superficie media de las parcelas, lo que no será exactamente la de cada una de las parcelas individuales. Las parcelas no tienen que ser necesariamente de las mismas dimensiones, es si conveniente que las mismas tengan capacidad de producción similares. Es preferible mantener siempre las mismas parcelas, aún con pastoreo eléctrico, a fin de no caer en la aceleración fuera de tiempo. La forma de las parcelas está determinada ante todo, por las condiciones particulares del pasto, debiendo evitarse las formas “estranguladas” que generan un excesivo pisoteo de las partes estrechas. Asimismo deben considerarse las fuentes de agua, corredores de acceso, sombra y en caso de ser necesario considerar las condiciones necesarias para la suplementación. Con parcelas alargadas se hace precisa una mayor longitud de cercados.

La división del rebaño en grupos.


Los promotores alemanes de la rotación preconizaban dividir el rebaño en tres grupos. Al dividir el rebaño en grupos que pastorean una misma parcela en forma consecutiva, el primer grupo tiene mayor posibilidad de selección, por lo que debería ser el grupo de mayores requerimientos, remplazado luego por el segundo grupo con vacas de menor producción lechera y finalmente el tercer grupo que pasta a fondo, constituido por vacas secas, terneros, etc., que cosecha una ración menor de una hierba de menor calidad.

La división también puede ser utilizada para disminuir la lucha entre animales y homogeneizar grupos no solo con respecto a las necesidades nutricionales o niveles de producción, sino también a los hábitos de pastoreo. 

Los problemas de la división en grupos son que en general pueden, aumentar el  trabajo y demanda de mano de obra, generar dificultades en el acceso a los puntos de agua y para una adecuada suplementación, disminución de la carga instantánea y alargamiento de los tiempos de ocupación de cada parcela ( si los tiempos de estancia son iguales para cada grupo).

Compensación de las fluctuaciones estacionales de crecimiento de la hierba.


Llamaremos según Voisin (1974) métodos internos de compensación a aquellos que puede ser realizados solamente con el pasto, sin necesidad de tener que apelar a otros recursos alimenticios externos. Estos métodos son:
  • “Segregación” de parcelas, es decir, de cierta superficie que se siega en el momento de brote rápido de la hierba. Estas parcelas deberán ser “reincorporadas” en el período de menor rebrote.
  • Variación según las estaciones de las cantidades de nitrógeno aportado, reforzando el crecimiento de la hierba con aportes de N.
Los métodos externos son:
  • Suplementación con alimentos secos (henos, tortas, etc.), granos o forrajes verdes
  • Pasturaje de cultivos forrajeros (prados temporales)
Segregación de parcelas. Supongamos un ejemplo teórico y simple, donde tenemos un tiempo óptimo de reposo de 42 días en verano y de 18 días en primavera, y que queremos compensar esta diferencia únicamente con la variación del número de parcelas incorporadas. Para simplificar supongamos un solo grupo y un día de ocupación por parcela. Para lo cual necesitamos 42+1 = 43 parcelas. Vemos que en primavera obtendríamos un tiempo de reposo de 18 días con 18+1=19 parcelas “incorporadas”. Es preciso, en este momento “segregar” 43-19= 24 parcelas. 

Una fluctuación muy conocida que nunca se intenta equilibrar mediante el pasto es el descenso de la producción de invierno, a la que se pone remedio con otros recursos, en general con la suplementación en el establo. Creemos que es más prudente (salvo en casos excepcionales) el compensar solamente con el pasto las fluctuaciones del tipo de crecimiento que no sobrepasen de un margen de aproximadamente del triple de su valor (Voisin, 1974).

Compensación de las fluctuaciones mediante la distribución de nitrógeno. El nitrógeno ejerce su acción sobre la hierba muy rápidamente y que no posee efectos tan persistentes como ocurre con los abonos de fondo. De esta forma se puede actuar en los momentos en que se desee, sin olvidar que el nitrógeno puede actuar solamente en caso de que la planta esté en condiciones de utilizarlo. El usa de pequeñas parcelas sin fertilizar como referencia (por ejemplo de 5 x5 m) es una valiosa ayuda para regular los momentos y las dosis de fertilización para el agricultor.


Los métodos externos de compensación de las fluctuaciones estacionales. Las superficies verdes, ya sean permanentes o temporales, pueden ayudar a compensar las fluctuaciones de dos maneras, cuando son pastoreadas o cuando son segadas y suministradas a los animales. Si bien en los momentos de menor crecimiento vegetal se puede bajar la carga o suplementar, es preciso también aprovechar, para observar los tiempos de reposo óptimos del período considerado.

La conducción práctica del pastoreo racional.


La flexibilidad de conducción es indispensable. Las cifras base sólo son indicativas. Se dice con frecuencia, se trata de una rotación en la cual se avanza el o los grupos cada dos días. Ahora bien, estos dos días representan un tiempo medio. Prácticamente, será preciso dejar al último grupo media jornada o una jornada más, con el fin de poder terminar de pastar a fondo la última parcela. Por el contrario, puede resultar forzoso tener que retirar el último grupo antes de que haya terminado sus dos días de estancia (Voisin, 1974).

Las variaciones de los tiempos base previstos son síntomas de alarma. Si nos vemos obligados a prolongar el tiempo de ocupación más allá del permitido, ello significa que existe un crecimiento de hierba más elevado de lo esperado. Puede requerir reducir las cantidades de nitrógeno o “segregar” algunas parcelas, etc. Por el contrario si el último grupo deja la parcela antes de tiempo, es que existe retraso en el brote, es preciso forzar el nitrógeno y no “segregar” ninguna parcela, o reincorporar una parcela cuya siega estaba prevista. No se trata de seguir estrictamente las cifras, se trata de seguir a la hierba, la hierba manda (Voisin, 1974).

Las parcelas no se deben hacer pastar siempre por el mismo orden. El arte del conducir el pastoreo racional consiste en saber saltar (es decir, dejar a un lado) una parcela,
  • no demasiado avanzada, de forma que pueda alcanzar el punto óptimo y producir su “llamarada de crecimiento” o
  • demasiado avanzada, de forma que se permita alcanzar un grado de madurez suficiente para que pueda ser segada.
La alternancia de la siega y el pastoreo puede ser beneficiosa sobra la flora de los pastizales. La flexibilidad en la conducción sólo es posible con un número elevado de parcelas. Las condiciones meteorológicas pueden llevar a reincorporar una parcela segregada, lo que no es grava, pero lo que si es muy grave es cuando no puede hacerse porque la parcela segregada ha sido segada y no está todavía suficientemente rebrotada para que pueda ser pastoreada (Voisin, 1974).

Errores corrientes en los supuestos sistemas de pastoreo racional.


Los iniciadores de la rotación desconocían la importancia del factor tiempo. Falke profesor de la Universidad de Leipzig, publicó en 1907, una obra titulada “Los pastos permanentes” (Die Dauerweiden), en la que planteaba las bases de la explotación intensiva de los pastos. Sus cursos y su obra influirían notablemente sobre Warmbold, los colaboradores del Instituto de Hohenheim, Geith, etc., es decir sobre los promotores de lo que debería llamarse en Alemania el Umtriebsweide, y que ha sido designado en Francia, generalmente, bajo el nombre de “rotación” de los pastos o sistema Warmbold (o Warmbold- Hohenheim). Así mismo, los primeros investigadores del Instituto de Hohenheim de Stuttgart, Münizinger y Babo indicaron en 1931 las bases del pastoreo de Hohenheim, pero también desconocieron la importancia de los tiempos de reposo, acelerando fuera de tiempo (Voisin, 1974).

El más grave error de los iniciadores del sistema Warmbold- Hohenheim. Dice Voisin (1974), después de haber leído en el Boletin del Herd-Book Normando de 1950 un estudio en el que trataba de la “Intensidad de pastoreo” y de la importancia del factor “tiempo”, el profesor Klapp, director del Instituts für Boden- und Pflanzenbaulehre de Bonn, me escribió, en 1951, en los siguientes términos:
“…Acabo de leer su trabajo sobre la rotación de los pastos, con gran placer y con enorme interés. ..Ya que ha profundizado usted tanto en la cuestión quisiera llamar su atención sobre los siguientes puntos:
Geith aconseja como carga instantánea la de 10.000 kg/ha. Esta regla ofrece varios puntos débiles…En efecto, Geith no tuvo en cuenta: ni el número de grupos, ni el tiempo de estancia, ni el tiempo de ocupación… He discutido frecuentemente esta cuestión con Geith. Desgraciadamente su muerte impidió llegar a un resultado concreto. Después expuse con frecuencia mi punto de vista, oral o por escrito, sin lograr a pesar de ello hacerme escuchar. Hoy veo con satisfacción que mis conceptos deben ser, no obstante, justos, ya que usted a llegado personalmente a la misma idea… Casi toda la literatura internacional sobre pastos parece tener miedo en abordar estos problemas, quizás porque, como usted dice muy bien, “estos kilos-día por hectárea hacen estremecer”. Ya sea utilizada en el futuro su forma u otra análoga, existe un punto cierto que no podemos despreciar: En nuestros cálculos de los elementos base de una rotación debemos tener en consideración el factor tiempo. En efecto, resulta evidente que 20.000 kg/ha de carga instantánea con pastoreo de la parcela durante una jornada son equivalentes a 40.000 kg/ha de carga instantánea con pastoreo de la parcela durante una media jornada.”

Esta puntualización del profesor Klapp concerniente a la evolución histórica del concepto de la rotación de los pastos, nos demuestra como algunas ideas, absolutamente necesarias para la buena dirección de una pastoreo racional, han tropezado con serias dificultades. Comprendemos por qué el sistema se ha desarrollado y se sigue desarrollando con tanta lentitud.

El Factor tiempo debe dominar y regular el pastoreo racional, estas breves consideraciones retrospectivas nos hacen ver perfectamente cómo el factor tiempo ha sido no solamente despreciado, sino incluso totalmente desconocido por los iniciadores de la rotación. Todavía en la actualidad, al leer la amplia literatura sobre pastos, esta noción de tiempo apenas es mencionada como factor base de la explotación racional de los pastos (Voisin, 1974). Esta última frase a pesar de haber sido realizada hace más de medio siglo, mantiene, una vez más lamentablemente, plena vigencia.

La aceleración a contratiempo o fuera de tiempo.


Mecanismo de acción. Supongamos una rotación con 6 parcelas de una hectárea cada una y un solo grupo de animales y que este único grupo permanece cuatro días en cada parcelas, esto dará un tiempo de reposo de 20 días, (6-1) x 4 = 20. Diremos que el tiempo de 20 días así obtenido en una rotación de 6 parcelas, permite en mayo-junio conseguir un rebrote de 4.800 kg /ha de masa verde consumible, es decir 100 raciones diarias de 48 kg de hierba por ha, lo que permite 25 unidades de ganado mayor el poder permanecer cuatro días sobre una parcela de una hectárea. Pero al principio de julio, el crecimiento de la hierba empieza a disminuir, y supongamos que al cabo de 20 días sólo habrá rebrotado una masa verde de 3.600 kg/ha la cual no representa más que 3.600/48= 75 raciones diarias y no permitiendo a los animales permanecer en una parcela más que 75/25 0 3 días, tiempo al cabo del cual cada parcela habrá terminado de ser pastada a fondo. De ello resulta que se deberá hacer avanzar cada tres días, de forma que el tiempo de reposo hacia fines de julio se verá reducido a : (6-1) x 3 = 15 días. Al avanzar el verano, el crecimiento de la hierba disminuye todavía más. Supondremos que este tiempo de reposo no permite más que una producción de 2.400 kg/ha de masa verde de hierba, lo que da: 2.400/48= 50 raciones diarias, y sólo permite a los animales permanecer 50/25=2 días. Al principio de agosto, el tiempo de reposo se reduce, pues a (6-1) x 2 = 10 días. Este tiempo de reposo admitamos no permite más que una producción de 1.200 kg/ha de masa verde de hierba, lo que da: 1.200/48= 25 raciones diarias, y sólo permite a los animales permanecer 25/25=1 días, de forma que no se concede a la hierba más que 5 días de reposo. Lo que prácticamente significa que no habrá hierba alguna de rebrote cuando los animales vuelvan a una parcela. La rotación ha terminado, y no queda más que quitar los animales para llevarlos fuera de ella y alimentarlos de otra manera (Voisin, 1974).

Se acelera el movimiento de rotación cuando sería preciso detenerlo. Los tiempos de reposo se reducen en el momento en que deberían ser prolongados. Si hubiese tenido en cuenta el factor fundamental “tiempo”, y si hubiese aprendido los métodos prácticos para hacer variar los tiempos de reposo, se habría dado cuenta inmediatamente del peligro de esta aceleración de los pases de pastoreo.

Las ideas forzadas del pastoreo racional.


Resumamos lo que Voisin llama las ideas forzadas del sistema. ¿Qué es el pastoreo racional? El pastoreo racional debe permitir satisfacer al máximo las exigencias del animal y de la hierba. No debe olvidarse que el pastoreo es el encuentro del animal y de la hierba y que deben tenerse siempre en cuenta estos dos elementos. No basta solamente con la división de un pasto para hacer un pastoreo racional (Voisin, 1974).

Importancia fundamental de los tiempos de reposo. Estos tiempos de reposo varían estacionalmente y según el tipo de pastos. En un pastoreo racional, la hierba sólo será cortada unas seis veces (y aún menos) en el transcurso del año (naturalmente esta cifra puede variar de acuerdo con las condiciones regionales). 

Los tiempos de estancia y de ocupación han de ser cortos. Si el tiempo de ocupación es demasiado largo, la hierba será cortada dos veces en el transcurso de la misma rotación y no podrá dar su máxima producción. Al mismo tiempo los animales sufrirán fluctuaciones periódicas en su consumo de hierba. Si bien no es absolutamente indispensable dividir el rebaño en grupos, lo recomendable es tener al menos dos grupos, lo que permite al primer grupo cosechar bocados enteros de una mejor calidad de hierba y que pueden elegir por si mismos (Voisin, 1974).

El número de parcelas determina el establecimiento de un plan de rotación. El sistema de división, si es posible, debe permitir la observación del tiempo de reposo de julio-agosto (verano, correspondiente a la menor tasa de crecimiento de la estación de crecimiento). Entonces podrá apreciarse hasta que punto se hace posible realizar el número de parcelas deseadas para obtener un tiempo de reposo de verano con el tiempo de estancia más corto posible. Si en caso de un solo grupo, se quiere alcanzar por ejemplo, un tiempo de reposo de 36 días, con un tiempo de estancia de una jornada, serán precisas 36+1 parcelas. Si por el contrario admitimos un tiempo de estancia de dos jornadas, serán precisos (36/2)+1 = 19 parcelas. Con tres días bastarán 10 parcelas. Si dividimos el rebaño en dos o tres grupos, sería preciso añadir respectivamente una o dos parcelas a esta última cifra.

Superficie y disposición de las parcelas. Una vez fijado en esta forma el número de parcelas, será preciso procurar disponer las parcelas de forma que tengan una capacidad de producción de hierba similar. Debe prestarse especial atención a las fuentes de agua y sombra. 

La carga de animales no puede preverse. Es imposible fijar con antelación la carga global que puede permitir la rotación. El aumento de carga que puede preverse en los sucesivos años de instalado un pastoreo racional, plantea cuestiones económicas, y en el invierno, problemas de alimentación y de alojamiento. Este aumento de carga también implica aumento de excrementos, base de la fertilidad del suelo, sin hablar del beneficio directo que supone el aumento de la productividad de la hierba. El pastoreo racional nos lleva a aumentar considerablemente la carga del pasto, con relación al pastoreo ordinario en continuo (Voisin, 1974).

El equilibrio de las fluctuaciones estacionales de la producción de hierba puede ser por métodos internos o externos. No debemos esperar obtener el equilibrio con el pasto dolo más que la diferencia de producción entre verano y primavera. Este equilibrio por métodos internos, se logra segregando y reincorporando parcelas y con el aporte estratégico de nitrógeno. La puesta de parcelas en siega y su reincorporación es uno de los problemas más delicados del pastoreo racional. Los métodos externos (suplementación, variaciones de carga, etc.) deben ayudar a observar los necesarios tiempos de reposo y no dispensan para nada esta observación.

El gran escollo del pastoreo racional: la aceleración fuera de tiempo. Cuando el crecimiento de la hierba empieza a decrecer, se tiende a reducir el tiempo de estancia sobre las parcelas, ya que la hierba allí es menos abundante Este tiempo de estancia disminuido acortará el tiempo de reposo en el momento que debería alargarlo. Esta reducción del tiempo de reposo reducirá el volumen de hierba después del siguiente pase, entonces e3stará aún más restringido el tiempo de estancia, y así sucesivamente. Para evitar esta aceleración fuera de tiempo, en el caso del cercado eléctrico, lo más prudente es colocar siempre el cerco en el mismo lugar (Voisin, 1974).

El pastoreo racional debe ser conducido con flexibilidad. Es muy raro si no excepcional, que se puedan hacer pastorear las parcelas siempre por el mismo orden. El arte de un pasticultor que practica el pastoreo racional consiste en saber saltar una parcela, no muy avanzada o demasiado avanzada. Diremos para terminar: cualquiera que sea la especulación animal (engorde en pastos, ganadería), la naturaleza de los pastos (temporales, permanentes), etc., el pastoreo racional, al multiplicar el rendimiento de los pastos, conduce a una profunda modificación en la explotación de la granja. He aquí uno de los puntos más importantes que resultan de la introducción del pastoreo racional en nuestras granjas (Voisin, 1974).

La “productividad de la hierba”, estado espiritual totalmente necesario para el porvenir.


El concepto de productividad domina la civilización moderna. He titulado esta obra: “Productividad de la hierba”. La Productividad es, en efecto, una palabra que no cesa de oírse repetir hoy día en todos los dominios de la actividad del hombre moderno. Esta palabra se pronuncia no solamente para los productores de fábrica, sino en todos los terrenos económicos. Ignoro si el homo productivus de hoy día es más dichoso que el homo sinanthropus de los tiempos remotos. Lo que si se perfectamente es que una nación moderna y fuerte es una nación cuyas ramas de actividad son altamente productivas (Voisin, 1974). 

Cuando se aplica la palabra "productividad" a la agricultura, se piensa sobre todo, en la productividad de la mano de obra y de las máquinas, lo cual es normal y necesario. Pero la agricultura plantea también unos problemas particulares, por ejemplo, la productividad por hectárea, que es un factor que, evidentemente, no puede examinarse (o muy raras veces) en una fábrica de automóviles o de máquinas de coser (Voisin, 1974).

«Scientific Management» y «Grassland Management»


Sin dejarnos llevar demasiado de la imaginación y de la fantasía, quisiera intentar comparar estos problemas de productividad de la hierba con los problemas de productividad en la industria, es decir, con las cuestiones clásicas de la Organización Científica del Trabajo, que, por lo general es designada, en ingles, bajo el nombre de Scientific management. Este término permite una comparación todavía más notable, ya que se designan en ingles los métodos de explotación de los pastos bajo el término general de Grassland management. Tratemos, pues, de hacer una comparación de estos dos managements. Un principio muy conocido del Scientific management es el de que no es precisamente el ritmo más elevado de producción de piezas por minuto el que da la mayor producción de piezas diarias, por el hecho de la fatiga que resulta para el obrero (o la máquina), lo que, finalmente, reduce el rendimiento diario. Lo mismo sucede con el Grassland management: no es obligando a la hierba a suministrar tres o cuatro cortes mensuales (como en el pastoreo continuo) como podrá obtenerse su máximo de producción anual. Hay que pedir a la hierba un ritmo mensual menos elevado, a fin de que pueda suministrar una mayor producción anual (Voisin, 1974).

El primer estudio de Taylor, el fundador del Scientific management, que suele llamarse Taylorismo, nos permite hacer una notable comparación entre la productividad de la hierba y la productividad del obrero. El estudio de Taylor sobre el manejo de los lingotes de fundición (emprendido en 1897, en la Bethlehem Steel Company). Los lingotes de fundición de dicha fábrica eran preparados por un equipo de 75 hombres de un valor medio y dirigidos por un buen contramaestre que vigilaba estrechamente para que sus hombres no hiciesen el vago. Se trataba de un trabajo en extremo sencillo que sólo ponía en juego los brazos del obrero sin necesidad de instrumento especial alguno. El trabajo era realizado tan de prisa y tan económicamente como cualquier otro de aquella poca. El estudio de los tiempos no suponía dificultad alguna en sí mismo. Como se trataba de un trabajo físico muy fuerte, lo difícil no era precisamente el determinar el tiempo necesario para ir cargado y volver de vacío, sino el de saber el número de viajes de ida y vuelta que un hombre podía llevar a cabo durante una jornada. Esto planteaba otra cuestión. Se intentó, pues, mediante diversos ensayos, determinar el grado de fatiga de los obreros. Pudo comprobarse, con sorpresa, que la fatiga no dependía tanto del peso de los lingotes transportados por un hombre como de la rapidez con la cual este mismo hombre transportaba sus lingotes. El obrero menos fatigado resultó ser el que transportaba los lingotes más aprisa, arreglándoselas de forma de volver lentamente y para descansar sin ser descubierto por el contramaestre (Voisin, 1974).

Barth, el técnico encargado por Taylor de estudiar estas operaciones, llegó así a la conclusión de que, para obtener la productividad máxima de dichos obreros era preciso dejarlos reposar suficientemente sus músculos, es decir, tomar un tiempo de reposo suficiente. Los cálculos demostraron que, si un obrero reposaba suficientemente en el transcurso de la jornada, debería manejar 47 toneladas de lingotes, en vez de las 13 que había manejado hasta entonces. Dicho de otra forma, los tiempos de reposo prudenciales permiten al obrero el poder triplicar su productividad (en este caso particular). Se llamó entonces al obrero Schmidt, dándosele ese día tres sorpresas en una. En efecto, se le hizo saber que: 1º su salario sería aumentado en un 6o %; 2º habría de transportar al día 47 toneladas de lingotes, en lugar de 13; 3º debería descansar cuando el cronometrador se lo dijese, en vez de transportar lingotes sin cesar, como venía haciendo hasta entonces. El primer día, sin fatiga alguna, Schmidt pudo manejar sus 47 toneladas de lingotes, y su nombre quedó para siempre célebre en la historia del Taylorismo y de la Organización Científica del Trabajo (Voisin, 1974).

La hierba necesita reposo, exactamente igual que el obrero que maneja los lingotes. La hierba, en el transcurso de la estación de pastoreo, tiene necesidad de reposo para renovar sus fuerzas, exactamente igual que el obrero que maneja los lingotes ha de reposar para relajar sus músculos. En estas condiciones, la hierba dará una productividad tres veces mayor, exacta mente igual que el obrero Schmidt (Voisin, 1974).

La productividad, estado espiritual.


Entre las múltiples definiciones de la productividad, quisiera encontrar una que pudiese ser aplicada al caso particular de la hierba. En el transcurso de una conversación, pregunté a quemarropa a un alto funcionario del Comisariado General del Plan: “¿Podría usted darme una definición universal de la noción de productividad?”. Éste me contestó: “La definición más generalizada y la mejor es la siguiente: La productividad es un estado espiritual”.
 
Le hice notar que realmente se trataba de una definición muy notable, pero que, desgraciadamente, como se trataba de hierba, no podía ver claramente cómo podría lograr inculcarle este estado espiritual. Sin embargo, después de reflexionar, comprendí que esta definición universal podía explicarse perfectamente en el caso de la hierba. En efecto, no lograremos aumentar la productividad de la hierba, es decir, a duplicar y a triplicar su rendimiento, más que inculcando este espíritu de productividad a todos aquellos que están interesados en la cuestión. Cuando hayamos convencido a todos ellos de las inmensas posibilidades de los pastos explotados racionalmente, entonces no habrá problema de productividad de la hierba. Sabremos encontrar los medios para desarrollar los métodos de aplicación práctica (Voisin, 1974).

Para ver la primera parte (aquí)
Para ver la segunda parte (aquí)
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André Voisin. 1974. Productividad de la hierba.  Editorial Tecnos. Madrid. España. Cuarta reimpresión. Primeroa edición 1962. 499p.