28 feb 2018

Coyuntura rural: los varios campos.

Carta Abierta de Ramón Gutiérrez 

(Consejero de la Comisión Nacional de Fomento Rural e integrante de la Unidad Cooperaria Nº 1 Cololó, Soriano)

24 de febrero de 2018


He decidido hace ya unas semanas participar del debate público que suscitó la movilización de los autoconvocados tras la consigna “un sólo Uruguay”. No me habrán encontrado embanderado, ni en la fila rumbo a Durazno o haciendo punta en una vigilia. Y no porque me sobre plata o porque no tengamos deudas, no porque nuestros ingresos sean en pesos y nos dé lo mismo el tipo de cambio, no porque me tiemble el pulso para gritarle al gobierno o le deba favor alguno, menos aun porque discrepe con los métodos de movilización. No le escurro el bulto a la pelea si es por una causa noble y entiendo saludable socialmente que el pueblo se movilice activamente para defender sus intereses.

Desde que tengo memoria adulta estoy movilizado para defender los intereses de quienes vivimos del trabajo en el medio rural. Hemos estado detrás de la denuncia al modelo extranjerizador y su riesgo para los productores familiares cuando Blasina se deleitaba con los números del agronegocio. Hemos denunciado públicamente la sangría de productores y la profundización de la concentración de la tierra de la última década “ante panzudos burócratas”, cuando el gran empresariado nacional que hoy grita en las cuchillas se dedicaba a embolsar dinero. Hemos defendido la dignidad de los productores familiares cuando el profesionalaje cajetilla y la tecnocracia hoy sensibilizada se dedicaba a despreciarlos y diagnosticarles muerte segura. Hemos alentado la asociación para producir, para consumir o para vender buscando que la tajada para los que producimos sea mayor y zafar así del yugo de la intermediación. Hemos alimentado siempre que pudimos el debate público, en el campo y la ciudad, para dignificar el trabajo rural y para abonar un proyecto de campo cada vez más oriental, cada vez más poblado. Hemos alertado desde la contradicción misma, sin moralina y sin hacer religión verde, sobre los efectos para entorno y la salud de la forma en que producimos y nos hemos movilizado en defensa de la tierra entre una multitud.

¿Por qué no movilizarme ahora si al parecer todo el campo está de acuerdo? He aprendido con las lecheras el papel de la punta y el engaño del rodeo. Quien arrea sabe que si guía la punta, el montón va detrás sin mayor dificultad. Y aunque lindo sería que existiera un sólo Uruguay, la verdad es que hay lotes. Y a éste servidor no lo enfilan para esa cimbra ni a mangos, si la punta la marcan los que siempre nos negaron, los que siempre nos despreciaron, los que no luchan más que por su bolsillo sin importar consecuencias.

No mira el brete quien no quiere. Pero hace rato ya que es visible la encerrona a la que nos condujeron: o estás con el gobierno o estás con nosotros. Sería el primero en la fila si creyera que la dirección que tomó la movilización representa la dignidad nacional o un empuje soberano. Pero quien haya prestado atención al apoyo obtenido por todo el gran empresariado, por las cadenas de los grandes medios de comunicación, por todo carancho carroñero con ojos de billete, sabe que esta mersa no está interesada en los productores, su única patria es el dinero, su licor el poder y su único objetivo es el desgaste del gobierno para recuperar el Estado.

En esa encerrona hay salidas dignas, ante el dilema instalado con ojos electoreros de cara a 2019: oponer una agenda propia que levante los verdaderos problemas de los que vivimos del trabajo en el medio rural. Podemos seguir embriagados con la agitación campera, pero mañana, cuando la rosca marche de nuevo (y va a marchar) el chico seguirá con sus mismas penurias y el acomodado pasará en su vehículo de lujo y siquiera mirará para el costado. Hay muchos Uruguay todos los días y son muy distintos sus problemas. En ésta cruzada del campo, los productores chicos son puesta en escena, son ejército de infantería mediático para otros intereses que reposan en cómodas butacas.

No hay necesidad de simpatizar con una misma divisa. Eso me tiene sin cuidado. Me importa más el día después y para eso es imperioso acordar qué tipo de gremialismo nos conviene, quiénes somos nosotros y quiénes son nuestros aliados. Para alguien de trabajo no puede ser compañero un patronazo ausente o un rentista. Para un patriota, no será nunca aliado un transador. La agenda para los chicos sigue siendo tierra, seguridad de tenencia y financiamiento. Hay más, sin duda, entre ellos las condiciones para poblar y el conocimiento técnico a nuestro servicio, pero éste es el núcleo duro, meterse con la escala para sobrevivir con un ingreso digno y poder hacerlo sin dejar nuestro ingreso en los intereses que nos cobran para adquirir herramientas, animales, instalaciones o insumos.

El achique del Estado no es algo para nosotros, es para las transnacionales o alguna S.A. local. Podemos y debemos escrachar en la plaza pública a quienes no cuidan lo que es de todos, podemos y debemos exigir lo que parece justo recibir de nuestras propias empresas UTE y ANCAP, pero sin Estado, en la competencia mercantil pura y dura los que nacen en cuna de oro ganan y los que tenemos poco perdemos. No se trata de reivindicar éste Estado tal cual es, se trata de abrir los ganchos para no repetir consignas que nos cavan la tumba. El drama de la producción familiar es el sistema de competencia mercantil y nuestro destino si queremos sobrevivir es cambiarlo por otro sistema que levante la ley del trabajo por sobre la ley del dinero.

En el sistema en que vivimos, la competencia perfecta no existe, no sólo por las asimetrías entre productores, no sólo por diferencias regionales con diferentes potenciales, no sólo por la diversa capacidad de quienes están a cargo, no sólo por el conocimiento acumulado por una nación, la norma en el sistema capitalista es la existencia de oligopolios que alteran las reglas de juego, concentran poder, distorsionan la competencia y nos mandan al muere por mejores laburantes que seamos. Las cadenas agroalimentarias no son la excepción y éstas tienden actualmente, para maximizar su poder, a articular toda la cadena desde la producción primaria, a la industria y el comercio exterior.

En 1961 fueron censadas en Uruguay 87.000 explotaciones, en el 70, se redujeron a 77.000 y para los siguientes censos se registraron 68.000, 55.000 y 57.000 explotaciones. En el censo del año 2011 se registran 45.000 explotaciones. La población rural también se redujo en estas décadas. Según la información del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) se puede saber que en 1963 la población rural ascendía a 19,2% de la población total del país y en el censo del año 2011 resultó en 5,34%. Por supuesto que existieron cambios técnicos en el medio que alteraron el costo medio de producción y barrieron la vieja agricultura, por supuesto que hubieron rubros que ingresaron y otros que salieron del tablero del negocio, pero la regla es que en la competencia de mercado, los chicos son los que quedan por el camino. En la última década desaparecieron 12.000 productores, más del 90% menores a 100 hectáreas de superficie. Se fueron 12 personas por día del campo desde los 60 a esta parte (más de 200.000 y hoy viven más de 150.000 personas en asentamientos irregulares de las ciudades).

A medida que somos menos, la relación de fuerzas objetiva que tenemos es menor, la importancia democrático-electoral es menor, la participación en la economía es menor: tenemos menos poder. El abrigo de los débiles primero es estar unidos entre nosotros, asociarnos en todos los frentes que podamos aunque sea complicado, aliarnos con otros que viven del trabajo como nosotros para tender puentes solidarios y por último el gran paraguas que tenemos es el Estado. No porque nos guste ese semejante armatoste, porque lo precisamos. En la economía abierta del mundo global donde competimos con el capital financiero y su circuito de especulación, no sólo debemos respaldarnos en el Estado, debemos cuidar la propiedad pública como tarea estratégica, porque lo otro es una selva donde claramente no somos los leones. Incluso quienes más se embanderan con el achique del Estado, son los primeros en pedirle auxilio cuando viene la mala. No hay que olvidar que existió no hace tanto el “Uruguay plaza financiera” como proyecto nacional y que los más privatizadores de todos, los que quisieron cerrar el Instituto Nacional de Colonización (INC), socializaron las pérdidas de los bancos cuando se fundieron y nos dejaron en la ruina.

Integro actualmente una Cooperativa de producción en tierras del INC. Claro está que el Estado nos ha beneficiado y que sin sus políticas sería más difícil para nosotros avanzar. Aun estando en contradicción con el Estado porque me cobra la renta además de impuestos, primero debo ser capaz de abstraerme para ver que sin él, jamás hubiéramos podido acceder a la tierra muchos de nosotros. Claro está que voy a defender los instrumentos de apoyo por proyectos para la producción familiar que existen y voy a pelear porque se profundicen más aún. Claro está que voy a defender que las compras públicas no sean el nicho de alguna gran empresa revendedora, sino que privilegie a productores familiares, cooperativas y pequeñas empresas. No preciso hacerle el caldo gordo al gobierno para reconocer eso, preciso ser consciente de mis intereses. Y no hablo con ojos de mendigo porque no creo que haya que quedarse quietos con la mano tendida sino pasar a la ofensiva para recuperar el territorio que nos usurparon. Nada depende más que de nosotros y si logramos que el Estado cumpla funciones más favorables para nuestros intereses es una conquista que mantener. A esto me refiero con el día después. Podemos apostar fichas en varios lados, pero el montón más grande lo tenemos que apostar en nosotros mismos, en nuestros intereses y en nuestra fuerza.

Es evidente ya que la oposición partidaria acumuló políticamente con el caso Sendic y la gestión de ANCAP. Claro está que no quiere soltar ese hueso mientras siga dando frutos. Claro está que el gobierno defenderá aquellas políticas efectivas y resaltará sus logros. Ambos intentarán amplificar su pedazo de verdad. Son las reglas de juego. Cada individuo llegado el momento se hará una visión de conjunto y elegirá.

Ahora, gremialmente, sería de enorme ingenuidad que carguemos todas las baterías en asuntos de gestión. Los problemas para nosotros son de Política con mayúscula: son estructurales. Precisamos cambios de fondo para avanzar. La producción familiar viene perdiendo por goleada con cada paisano que deja el campo. Resistimos sí, pero vamos perdiendo. Ni ANCAP, ni UTE tienen que ver con la sustancia del partido que estamos jugando nosotros cuando la mayor parte de nuestros compañeros son productores ganaderos. Hay que recuperar la agenda histórica de Comisión Nacional de Fomento Rural, su fuerza instituyente para crear el INC reivindicando la función social de la tierra, el derecho natural de los orientales a poblarla y trabajarla, hay que recordar la deuda histórica con el viejo Artigas y su reglamento de tierras, la audacia del reformismo batllista fomentando agricultura donde no la había, industrializando productos agropecuarios cuando no cubrían el mercado interno y que ahora son canasta de exportación, o la de Wilson y su programa que limitaba la extensión de tierra bajo una firma, cargando impuestos a las grandes extensiones o las distintas vertientes de la izquierda y su programa de reforma agraria. No es un asunto de divisa, la pelea por democratizar la tierra está en nuestro ADN desde el día que nos liberamos del imperio español.

Hay que seguir hablando de políticas diferenciadas para la producción familiar, para dejar de ocupar el 15% del territorio siendo más del 60% de los productores y mañana poder decir que ocupamos el 50% de la tierra siendo 95%. Ahí sí podremos avanzar más aun, ahí sí tendremos más peso en la economía y podremos negociar con la agroindustria o el comercio exterior. Ahí sí podremos nosotros avanzar cooperativamente sobre la fase industrial o más allá. No debemos olvidar que CONAPROLE nace como política estatal y permanece años siendo co-gestionada entre Estado y productores hasta su afianzamiento. Lo público ha cumplido funciones nobles en Uruguay y determinantes en su devenir económico. Ahí sí además de tener importancia social para las estadísticas, tendremos como productores familiares, algo de poder sobre las cadenas de valor. Ahí si los pobladores rurales seremos un poco más ciudadanos de lo que somos hoy.

Dejemos de repetir consignas ajenas, dejemos de levantar programas ajenos. Nosotros debemos luchar por un Estado eficiente sí, por un Estado transparente sí, pero también por un Estado fuerte, donde podamos exigir el cumplimiento de los derechos consagrados en la Constitución y donde no exista mejor parámetro de justicia que el esfuerzo. Tenemos derecho a vivir y producir en el campo y hay muchos como nosotros que tienen el mismo anhelo. Hay mucho más gloria que la pelea que hoy está arriba de la mesa, hay un futuro mucho más ambicioso y promisorio por construir que rescatar una moneda más. Claro está que en la emergencia lo innegociable debe ser que el yugo de la deuda no se lleve productores laburantes del campo. ¡Ni uno menos! Para defender a los nuestros cuenten conmigo hasta el final, para abonar el paisaje de un campo con más productores y con más gente ahí estaré, pero si la agenda que vamos a levantar es la de Ignacio De Posadas, Blasina o los conserveta de la radio rural, si la propuesta es ser carne de cañón para impulsar medidas genéricas que benefician fundamentalmente a los grandes propietarios y los grandes agro-exportadores, me quedo en campaña que hay mucho por hacer en la chiquita.