"Les hemos dicho que la tierra es nuestra madre, que no queremos ni podemos venderla. Pero el blanco parece no haber entendido, insiste en que cedamos, vendamos o maltratemos nuestra tierra".
De Carta Uwa al Mundo. 1999.
Introducción
El CO2 está aumentando su concentración en la atmósfera terrestre. Hay otros gases que tienen efecto invernadero que también están aumentando. Las diferentes actividades humanas modifican los ciclo biogeoquímicos de estos gases (magnitudes, velocidades y escalas). El cambio climático ya tiene, y tendrá impactos diferenciales sobre diferentes sociedades y los diferentes grupos sociales. Por lo tanto hay diferentes responsabilidades, así como diferentes beneficiados y perjudicados según las estrategias de mitigación y adaptación.
La huella de carbono generalmente es definida como la estimación de la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto.
Pero... ¿cómo y quién mide la huella? ¿para qué sirve? y sobre todo ¿quién se beneficia y quien se perjudica? ¿Operativizar el concepto de huella ecológica o la necesidad de otro enfoque? En torno a estas preguntas iremos avanzando.
Huella de carbono
La huella de carbono se ha desarrollado, al margen de los
mecanismos y metodologías creados por los compromisos internacionales como el Protocolo de
Kyoto,
como proceso voluntario de medición. Los líderes en esta materia son países industrializados
y empresas transnacionales.
Algunos productos generalmente de grandes empresas transnacionales han empezado a mostrar en su etiqueta su huella de carbono. En países como Estados Unidos, Reino Unido o Francia, empiezan a verse las mismas y entonces los consumidores conocerían así (en teoría) la cantidad de dióxido de carbono (CO2) y/o gases de efecto invernadero (GEI) emitida durante su fabricación, transporte y eliminación. Entonces el consumidor podría elegir el producto que tiene menor huella que sería “el ambientalmente mejor”.
Estas etiquetas de huella de carbono son una estrategia comercial y de marketing que provocan una falsa sensación de conciencia ecológica. Realizar o comprar un producto con este etiquetado hace creer a más de uno que ya se está cumpliendo con la labor de mitigar el cambio climático y que esto es bueno para todos.
Además de los varios problemas e inconsistencias conceptuales, estimar la huella tiene no menos problemas operativos.
Diversas personas y estudios recuerdan que no hay un acuerdo mundial sobre el significado operativo del concepto de huella de carbono, falta de claridad y comparabilidad en la determinación de emisiones (Espíndola y Valderrama 2012b). De hecho hay muy importantes y sustanciales diferencias de resultados entre varios sistemas de cálculo de la misma. Hay diferentes sistemas (Cuadro 1) y organizaciones que se encargan de ellas en Europa, Estados Unidos y otros países, por supuesto con diferentes intereses y concepciones teóricas y prácticas, basta ver quienes los patrocinan, crean e impulsan.
"A juicio de Carballo et al. (2009) la huella de carbono nace huérfana, sin un concepto claro ni una metodología definida, lo que ha posibilitado que surjan diferentes interpretaciones del indicador. Una de estas diferencias se relacionan con los gases incluidos en el análisis. Algunos estudios optan porque la huella de carbono incluya varios gases de efecto invernadero, expresando la huella del carbono en toneladas equivalentes de CO2 (Dómenech, 2004; CT, 2007; POST 2008; BSI, 2008). Otros prefieren limitarse exclusivamente a un único gas, el CO2 (Wiedmann y Minx, 2008). Los GEI considerados usualmente son los establecidos en el Protocolo de Kioto del año 1997 y consideran los siguientes: dióxido de carbono (CO2 ), metano (CH4 ), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), hidrocarburos perfluorados (PFC), y hexafluoruro de azufre (SF6). Esto no significa que no haya otros gases contaminantes, pero éstos son los criterios actuales; incluso hay criterios de cálculo que no consideran todos estos gases, y esto es también parte del debate" (Espíndola y Valderrama 2012a).
Es común encontrar en los datos de Huellas de carbono problemas de:
- Transparencia: proporcionan información confusa, no corroborable e insuficiente para evaluar la credibilidad y la fiabilidad de las estimaciones.
- Pertinencia: uso de datos, métodos de medición, criterios y suposiciones inadecuadas para el uso.
- Integridad: consideran solo una parte de la información relevante y completan una parte de los requisitos. No existe un acuerdo común sobre elección de escenarios de referencia y como estimar o no la adicionalidad de efectos.
- Consistencia: uso de datos, métodos, criterios y supuestos que no permiten comparaciones significativas y válidas.
- Prudencia e incertidumbre: utilización de supuestos (valores y procedimientos) conservadores o no sin criterios objetivos, según convenga sub o sobreestimar los valores de GEI y sin atender correctamente la variabilidad e incertidumbre.
No hay datos y posiblemente nunca los tengamos para poder calcular más o menos razonablemente la Huella de carbono en la mayoría de las situaciones, entonces se usan datos de referencia, supuestos varios, más supuestos, supuestos de supuestos, valores de equivalencia, factores de corrección, se agregan parámetros en las ecuaciones... una carrera loca de nunca acabar y que sigue beneficiando al capital....es necesario otros enfoques sistémicos al problema de GEI.
Cuadro 1. Algunos sistemas de cálculos de la huella de carbono:En general los métodos utilizan para la obtención de datos el análisis de ciclo de vida del producto (bienes y servicios), también puede calcularse en función de organizaciones, eventos o territorios. En términos generales una vez que se esquematiza el ciclo de vida del producto, desde que se extraen las materias primas necesarias para su fabricación hasta el lugar de su disposición final, o abarcando parte de este proceso, cada método usa un enfoque diferente. Entre las principales normativas utilizadas están el GHG Protocol, ISO 14064 y PAS 2050 entre otras.
El
Protocolo de Gases de Efecto Invernadero (GHG Protocol) es un
instrumento de contabilidad utilizado para cuantificar y gestionar las
emisiones de gases de efecto invernadero desde 2001. Surge a partir del
Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y el Consejo Empresarial Mundial
para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), con grandes socios corporativos
como British Petroleum, General Motors Monsanto, Norsk Hydro , Tokyo
Electric y Shell entre otros. Cuenta además con el apoyo de la Agencia
de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID ) y la
Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (USEPA).
A
partir de 2004 la Agencia para el Medio Ambiente y el Control de la
Energía (ADEME) de Francia elaboró una herramienta metodológica
llamada
Bilan Carbone, dedicada a la medición de emisiones de GEI
.
En
2006, la Organización Internacional de Normalización (ISO) aprobó la
Norma Corporativa de base para la ISO 14064-I: Especificación con
orientación, a nivel de la organización para la cuantificación y el
informe de las emisiones de gases de efecto invernadero. A partir de esta vinieron otras ISO en desarrollo.
Las
Especificaciones Públicamente Disponibles PAS 2050 ha sido desarrollada
en 2007 por British Standards Institution (BSI) y copatrocinada por
Carbon Trust y Defra (Department for Environment Food and Rural Affairs)
de UK. El año 2010, el Instituto Británico de Estandarización presentó
la PAS 2060.
|
¿Y por casa como andamos? La huella de carbono en Uruguay.
El sistema económico predominante ha incentivado, en
poco tiempo, que en ciertos países el medio ambiente se haya convertido en un actor importante de
marketing y comunicación a todo nivel. El reto del calentamiento global a consecuencia de los
GEI ha fomentado el surgimiento de mecanismos de mercantilización
para su mitigación
(CEPAL, 2010). La huella de carbono es hoy por hoy una estrategia comercial y de marketing que favorece a las empresas transnacionales, y posiblemente nunca pase de esto. Es básicamente por esto que Uruguay no debería entrar en este juego, en esta carrera sin rumbo que solo podemos ir atrás.
Veamos esto....la huella de carbono se plantea como herramienta de mitigación, así como de orientaciones y soluciones. Puede servir para muchas cosas, además del etiquetado (voluntario y como estrategia comercial) también podría ser usada para diversas políticas macro y microeconómicas, entre ellas medidas arancelarias o proteccionistas como impuesto al carbono en las fronteras, etc. Es ésta última posibilidad de uso de la Huella de Carbono de los productos la que parece generar mayor preocupación
a corto plazo en los países de América Latina, por ser estos
exportadores de productos primarios y dependientes.
Pero ¿es esta una amenaza real o un negocio de las grandes empresas transnacionales y de la tecnocracia burócrata en torno del ambientalismo? Las estrategias de Huella de Carbono varían entre países, pasando desde ausencias de estrategia alguna, a instrumentar incentivos internos y herramientas de medición e información al consumidor en negocios minoristas (UE con Francia e Inglaterra a la vanguardia), EEUU, Alemania, Japón y China están recién explorando el etiquetado voluntario y muy lejos de regularlo y ni que hablar que aún no existen exigencias a productos importados.
Pero ¿es esta una amenaza real o un negocio de las grandes empresas transnacionales y de la tecnocracia burócrata en torno del ambientalismo? Las estrategias de Huella de Carbono varían entre países, pasando desde ausencias de estrategia alguna, a instrumentar incentivos internos y herramientas de medición e información al consumidor en negocios minoristas (UE con Francia e Inglaterra a la vanguardia), EEUU, Alemania, Japón y China están recién explorando el etiquetado voluntario y muy lejos de regularlo y ni que hablar que aún no existen exigencias a productos importados.
En Latinoamérica y particularmente en Uruguay hay quienes impulsan avanzar en el tema huella de carbono planteando, que siendo economías altamente dependiente de las exportaciones, ésta podría ser una amenaza futura desde los países "exigentes". También están quienes plantean que es un tema presente con desafíos y oportunidades para los sectores agrarios latinoamericanos (Oyhantçabal, 2010). Desde la visión del MGAP se entiende que esto es un valor agregado ambiental que se sumará a otros ya implantados como la trazabilidad y la inocuidad (INAC, 2010; Oyhantçabal , 2011). En este sentido Nueva Zelandia desde 2007 tiene una Estrategia para la Huella de Carbono del Ministerio de Agricultura y Forestería, lo cual podrían ser una amenaza más cercana, en el sentido que después de haber empezado a medir la huella de distintos productos
de exportación, está buscando la manera de mitigarla, con miras a mantener o aumentar su competitividad.
En los países en donde todavía no se plantean marcos regulatorios (casi todo el mundo) es el sector privado quien ha decidido avanzar en el tema, para conocer mejor sus procesos productivos, generar ahorros energéticos, presionar a sus proveedores, anticipar potenciales medidas regulatorias, y, sobre todo, desarrollar nuevas líneas de marketing y competitividad (CEPAL, 2010).
Entonces, la situación es que de ser una amenaza futura (salvo Francia e Inglaterra que tienen ciertos avances, el resto del mundo parece cada vez más lejos del etiquetado o medidas gubernamentales al respecto) pasamos a tener un problema hoy, gastando valiosos recursos (desde el estado y organismos como ALADI, CEPAL, etc) trabajando sobre este tema, para beneficio de las empresas transnacionales que son quienes ya se benefician hoy.
Alguien dijo que “En tiempos de
engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto
revolucionario”... y estamos - al menos en este tema - en tiempos de
engaño, por lo que hay que trabajar para construir una verdad y generar
alternativas. La huella de carbono es una mala estrategia para el desarrollo sustentable, especialmente la huella de productos que hoy por hoy (y no va a cambiar sustancialmente en el mediano plazo) es engañosa, sin transparencia y no es confiable.
Apoyar
y buscar canales alternativos de comercialización y de articular al
consumidor con el productor, es también parte del tema. El control de
los medios de producción por los trabajadores (consumidores), el
desarrollo local...es también parte del tema.
Bibliografía:
Espíndola, C.; Valderrama, J. O.. 2012. Huella del Carbono. Parte 1: Conceptos, Métodos de Estimación y Complejidades Metodológicas. Información Tecnológica Vol. 23(1),163-176.
Espíndola, C.; Valderrama, J. O.. 2012. Huella del Carbono. Parte 2: La Visión de las Empresas, los Cuestionamientos y el Futuro. Información Tecnológica Vol. 23(1),177-192 .
CEPAL, Comisión Económica Para América Latina y El Caribe. 2010. Metodologías de cálculo de la Huella de Carbono y sus potenciales implicaciones para América Latina. (ver)
Oyhantçabal, W. 2011. El MGAP y la “huella” de carbono de productos de exportación: una estrategia en defensa de la competitividad. http://www.mgap.gub.uy/opypa/ANUARIOS/Anuario2011/material/pdf/38.pdf
Temas relacionados:
A pesar de que en América Latina todavía no hay países enmarcados en procesos regulatorios internacionales de reducción de emisiones de GEI, en la región se han desarrollado numerosos proyectos MDL.
LA ESTAFA DEL CARBONO: American Electric Power, Noel Kempff y la presión por las compensaciones forestales subnacionales. Carbono de alto riesgo ofrecido por la AEP, BP y Pacificorp.
Huella de carbono por país en los inicios de este siglo.
Source: stanfordkaystudio.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario